En mis tiempos de infante, decíamos acoso, pero hoy lo decimos en inglés, porque parece más elegante, digamos, y es que seguimos siendo unos acomplejados, al renunciar a expresar numerosos vocablos, en nuestra lengua española, hablada por unos quinientos millones, y tan rica en matices, que pocas la superan. Siempre ha habido acosadores/as, pero antaño se aplicaba una terapia que era muy eficaz, el bofetón, y hoy al andar tratando a los acosadores/as con guante blanco se hacen los amos de la situación, provocando daños en los que no saben defenderse, que les van a traumatizar de por vida, e incluso provocarles hasta el suicidio, como se ha dado en ocasiones.

El acosador/a, influenciado en parte por la violencia que ven en el cine, donde la mayoría de las películas de hoy son para salir corriendo, y no hablo ya de las de dibujos animados, espantosas, que nos llevan a echar en falta, aquellas como Blancanieves, La bella durmiente, La dama y el vagabundo y un largo etcétera que resultaban ser tan lectivas. Burlas, menosprecio, insultos y hasta agresiones es el menú que ofrecen estos acosadores. En primer lugar, han de ser los padres los que deben vigilar si se da alguna de estas circunstancias en sus hijos, y los maestros/as, poner atención si se da algún caso de estos en sus clases. Primero la advertencia, y si no era suficiente, después la expulsión inmediata del colegio, y si fuera acompañado con un buen bofetón, ¡mucho mejor todavía!