Esta es la opinión de Ignacio Sotelo respecto a España. Pero se convierte en verdad universal ante las imágenes patéticas de un grupo de policías que participan rutinariamente en la detención del negro, George Floyd, quien suplica agonizante: “I can’t breathe”. Efectivamente: al final murió asfixiado. Gracias a los denostadas redes sociales el espectáculo ha rebasado la simple noticia y ha incendiado la sociedad yankee. Pero, como dice Sotelo, este es el resultado de la composición de un estado de emigrantes de múltiples orígenes muchos de ellos deportados como delincuentes desde sus países de procedencia. Nunca han llegado a constituirse en pueblo, pues su objetivo fue y es la supervivencia, por ello la violencia y las armas son el fundamento de la Constitución y de las leyes que la desarrollan. Unos fanáticos del sur se enriquecieron explotando a esclavos negros y apoyados por la policía mantienen aun la supremacía que periódicamente provoca el episodio mortal del marine trastornado que dispara sus artillería particular a la salida de los niños de una escuela. Los presidentes son, tienen que ser racistas como condición básica, aunque den una imagen de histrión. El fenómeno Trump no es un meteorito celestial que ha caído, alguien le ha votado y no son de recibo los lamentos de que es un loco. Tiene su pandilla que le asesora y redacta los mensajes para alimentar la red de provocaciones de deficiente redacción y que harían sonreír si no se tratara del presidente del país más poderoso del mundo al que cualquier político o periodista cínico puede inducirle a realizar alguna excentricidad como las que acostumbra y muchos serviles jefes de estado le jalean. Malos tiempos para la lírica, no hacerse ilusiones, pues la explosión popular que incendia EEUU y por extensión otros países se soluciona mandando la Guardia Nacional. Aquí tenemos la Guardia Civil, la Nacional y nuestra Ertzaintza para domar a los revoltosos terroristas. Goian bego, Floyd.