Postal del pasado verano. Preikestolen (Noruega), el célebre Púlpito. Formación rocosa sobre el fiordo Lyse, al sudoeste del país. Terraza de 25x25 metros, a 604 metros de altitud sobre el agua. Una visible grieta la atraviesa de lado a lado. La leyenda vaticina el desprendimiento para cuando cinco hermanos se casen con cinco hermanas. Por fortuna, los grupos familiares actuales lo hacen harto improbable. Recibe 80.000 visitantes anuales, sobre todo en verano. De todas las edades. La aproximación y el retorno se realizan por un camino de 5 kilómetros, bien señalizado y con tres tramos de dificultad media. El promedio es de unas cuatro horas de travesía, ida y vuelta. Esos puntos se salvan mediante escalones irregulares tallados en piedra, que, según cuentan, fueron realizados por sherpas del Himalaya. Situación atmosférica, preparación física, vestuario y calzado son referencias básicas para ponerse en camino. Esta propuesta de senderismo de montaña está incluida con naturalidad en los circuitos turísticos. Sin indicaciones ni recomendaciones expresas antes de comprar el paquete. La afluencia de turistas -una auténtica romería- y sus comportamientos complican la caminata. Incomodan. Agobian. La ascensión por las secciones complicadas requiere de una distancia de seguridad con quien marcha por delante, dado el riesgo de resbalones. Hay que vigilar dónde se ponen los pies, la velocidad y estabilidad del predecesor y la coordinación con quien baja por el mismo camino. A veces, el cruce conviene hacerlo por relevos. Las penalidades de la ascensión desaparecen al instante ya en la terraza. Las vistas compensan el esfuerzo. El bocata sabe a manjar. Este enclave de potente atracción turística compendia ejemplos de la insensatez humana: portadores de bebés en mochila y mujeres en avanzado estado de gestación en terreno irregular y resbaladizo, calzado inadecuado, peligrosas autofotos y piruetas al borde del acantilado. El Púlpito y sus cofrades.