Cansancio. Fracaso. Mediocridad. Hartazgo. Egocentrismo. Descrédito. Irresponsabilidad. Bloqueo. Ridículo. Incapacidad. Hay muchas más, estas sólo algunas de las palabras que recorren la calle, los medios y las redes sociales para evaluar el fiasco de la repetición electoral. Nunca creí que fuera a pasar. Solo hace unos pocos días me convencí de que estos cuatro meses han sido en realidad un viaje a ninguna parte. Una obra mala del gran teatro del absurdo protagonizada por pésimos actores. Y que finalizó con un insoportable alarde de postureos tan falsos como inútiles compartidos entre los cuatro líderes de los cuatro principales partidos y con Felipe VI como testigo de cargo. Un resumen triste del presente político de un Estado atrapado en su inmovilismo voluntario. Con Rivera de protagonista de este burdo treatillo. Ya he escrito que Rivera me parece un tipo peligroso. No tanto por su falta de principios -da un bandazo de 180 grados cada semana- ni por su política simplificada a mensajes enlatados en laboratorios de comunicación. Estos defectos, desgraciadamente, son comunes en los cuatro protagonistas de este fiasco político. Me parece peligroso porque su discurso político se basa únicamente en el enfrentamiento entre ciudadanos a partir de la intoxicación y la mentira. También el de Casado, pero el PP aún mantiene una capacidad política de la que Rivera está infinitamente lejos. Basta ver su último intolerable ataque a Navarra de esta semana, exigiendo a Sánchez que vulnerara y cambiara la voluntad democrática de los navarros y navarras expresada en las urnas y pactada en el Parlamento si quería su apoyo de última hora para ser presidente. Vomitivo el tipo. Lo peor es que tiene atrapado en ese bucle antidemocrático también a Esparza, prisionero de sus propios errores. Si Sánchez e Iglesias no se han entendido ahora no veo que se vayan a entender el 11-N. Más bien veo un intento de Sánchez de gobernar con Ciudadanos, pero con Rivera ya fuera del escenario. Dicen que la abstención puede ser la clave de las elecciones del 10-N. No lo sé. Aunque sería lógico. Yo votaré, como he hecho siempre desde 1982 en todo tipo de elecciones y referendos, incluidos algunos que no tenían validez legal. Solo espero que en Navarra la oferta electoral, al menos la de los partidos que apuestan por construir y avanzar y no por la confrontación y el retroceso, sepa acudir a esos comicios con un panorama lo más adecuado posible a la realidad embarrada de la política actual en Madrid.