s fácil de entender que la campaña de la renta de este año no sea la misma de siempre y tenga un carácter de excepcionalidad en plena pandemia del coronavirus. También es entendible que se priorice la seguridad sanitaria y que, por ello, se apueste por las declaraciones telemáticas vía internet o por teléfono. Pero lo que ya es más difícil de comprender es que más allá de esa norma general no se hubiera previsto también la posibilidad presencial con cita previa, mamparas de seguridad y lo que sea necesario. Sobre todo, teniendo en cuenta que este año ha habido un mes más de tiempo para organizarlo pensando en todas las necesidades derivadas de esa excepcionalidad. Es una obligación corresponsable de los ciudadanos cumplir como contribuyentes con Hacienda, y qué menos que poner en marcha todas aquellas medidas posibles que faciliten el cumplir con la misma. Más aún cuando no parece que las entidades financieras estén mostrando un entusiasmo especial en asumir una parte de esa responsabilidad. Y sobre todo pensando en aquellas personas mayores que no tienen medios o capacidad técnica de acceder a una declaración telemática o en quienes simplemente carecen de esas posibilidades en sus domicilios. Acudir a la responsabilidad de hijos y familiares para solventar esas dificultades parece más una ocurrencia desesperada que una solución adecuada. No parece lógico que las personas mayores puedan acudir, por ejemplo, a la peluquería y no tengan la posibilidad de ir a las oficinas de Hacienda a cumplir con sus obligaciones fiscales con la ayuda de un funcionario. La presidenta Chivite ya ha aclarado que aquellas personas que necesiten una declaración presencial podrán hacerlo. Cuanto antes Hacienda habilite esa posibilidad, menor será el malestar social. La declaración de la renta y de otros impuestos es un paso fundamental en Navarra para sostener y mejorar nuestro Estado de Bienestar, el elemento de convivencia que, como se ha visto en esta crisis, garantiza a todos los navarros y navarras servicios públicos de calidad.