es evidente que el Gobierno se va a preocupar por velar de la seguridad de todos sus ciudadanos. Es evidente que los padres hacen todo lo mejor para sus hijos. Es evidente que todos deseamos realizar el trabajo de la mejor forma posible. Es evidente que el empresario desea que sus empleados sean felices y realicen su labor con entusiasmo y dedicación.

Sí, hay muchas evidencias en la vida de hoy. De hecho, uno de los latiguillos más escuchados en tertulianos de los diferentes medios de comunicación o más leídos en los periódicos es la expresión “evidentemente”. ¿Cómo puede ser que se use tan a menudo? Hay dos posibilidades. Vamos a explorarlas.

Primera posibilidad, deseamos alargar una frase y demostrar al receptor de la comunicación que uno no es tan simple como la expresión que ha dicho. Tiene sentido, pero bueno, hoy en día las personas nos conocemos entre sí. Es más, llegamos a un nivel en el que sabemos lo que va a decir cada uno sin que ni siquiera se haya dado el suceso en sí mismo. Pensemos en la sentencia del procés. Ya se sabía lo que iba a decir cada partido político antes de conocerla. Para los “hunos”, según la expresión de Miguel de Unamuno, “es una sentencia tan injusta que nos sentimos legitimados para tomar las medidas que estimemos adecuadas, entre las que valoramos dos opciones: las violentas y las más violentas”. Para otros, “la justicia ha demostrado su independencia y como siempre, respetamos su decisión”. La otra posibilidad, “es un atropello a la convivencia, es inadmisible y no se puede permitir”.

De todas críticas realizadas, es pertinente un ajuste: ¿qué es injusto? ¿La ley o la interpretación de la misma? La mayor parte de los abundantes artículos de opinión que inundan los medios no dejan clara esta diferencia, y sin duda, eso es capital. Si el problema es la ley, la principal responsabilidad es de algunos políticos: los que estén en contra de la misma y no han tomado medidas para corregirla. Si el problema es la interpretación, las razones son dos. Uno, la ley no está lo suficientemente clara y el legislador deja un margen para cierta valoración subjetiva por parte del juez. Dos, la independencia de la justicia no es tal y han tomado la resolución más políticamente correcta, que es aquella que, evidentemente, deja descontentos a todos. En fin, eso es un debate que ha quedado abandonado en los medios. Lo que ha pasado es que cada cual tiene su prejucio (sea a favor o en contra de todo lo relacionado con el independentismo) y la realidad se dedica a confirmarlo. A partir de ahí, ya podemos describir la noticia. Por supuesto, esto no es una crítica a medios. Es un comportamiento humano muy arraigado dentro de cada uno de nosotros que debemos conocer para valorar lo que pasa a nuestro alrededor de forma más ecuánime.

Segunda posibilidad: cuando alguien dice que algo es evidente es posible que realmente, no lo sea. El caso más simple lo conocemos los aficionados al deporte: cuando un club dice que “evidentemente, tiene toda la confianza en el entrenador” la mayor parte de las veces se está planteando despedirlo. Las posibilidades abundan, y están relacionadas con una inconsistencia humana: la referida a nuestras palabras y nuestros hechos. Evidentemente, priman los segundos. Si a un niño le decimos que se porte bien y sea respetuoso y nosotros no lo somos, con lo que se va a quedar es con los hechos. Si el niño comprueba que al portarse mal logra lo que desea, seguirá haciéndolo. Es así.

Entonces, ¿qué pasa? Aparecen más y más inconsistencias. Padres que dicen preocuparse por sus hijos y les dedican poco tiempo. Empresarios que aprovechan su situación para poder estirar sus atribuciones y poder sacar un poco más de los trabajadores. Empleados que realizan el esfuerzo justo aunque “evidentemente, estamos comprometidos con nuestra empresa”. Gobernantes que “evidentemente, nos preocupa más la sociedad que el puesto o el partido” y siempre tienen una excusa para mantener el sillón. La principal: “me iba a ir pero me han pedido seguir” (claro, quien se lo pide suele ser una persona cuyo puesto depende de que el dirigente principal mantenga su jerarquía actual). Claro que también hay dirigentes que “evidentemente, velan por la convivencia” y se preocupan de incentivar en el conjunto de la sociedad disputas y enfrentamientos. Tiene sentido: es mejor un poco de circo que afrontar problemas graves como las pensiones, el desempleo o la inseguridad ciudadana.

Una de las frases más recordadas de El Principito (Anthony de Saint-Exupéry) es que “lo esencial es invisible a los ojos”. Podemos afirmar que lo evidente no lo es tanto. Cuando nos dicen que algo es evidente, no podemos dejar la mente abandonada sin reflexionar acerca de la posible veracidad entre la causa y el efecto.

Eso es evidente.

Economía de la Conducta. UNED de Tudela