rente a los numerosos testimonios periodísticos y televisivos enseñando reportajes de botellones protagonizados por los jóvenes en las celebraciones de las llamadas no fiestas, durante todo este pasado verano, hay que recordar que también ellos, los jóvenes, son víctimas de la epidemia que sufrimos, no solo por sus efectos sanitarios sino sobre todo por los efectos económicos que se derivan de ella.

Hace pocos días publicaba el diario El País una carta de un joven llamado Rafael de 29 años, técnico de sonido e imagen que ha encadenado tres contratos de seis meses cada uno, cobraba el subsidio cuando se declaró el estado de alarma; se le terminó en mayo; solicitó una prórroga y se lo denegaron; solicitó el ingreso mínimo vital y a día de hoy no ha obtenido ninguna respuesta. Tuvo que dejar el piso en alquiler y volver a casa de sus padres, sin ningún tipo de trabajo mi de ayuda que le permita de nuevo encauzar su vida, eso sí, de momento tiene buena salud física y mental. Se sube por las paredes cuando escucha a ciertos medios de comunicación que pintan una y otra vez a una juventud como responsable de que siga la propagación del virus covid-19 y de que la pandemia no tenga fin; olvidando esos mismos medios mostrar la cara amarga de la epidemia en esa misma juventud que le han cortado las alas, que no puede volar por la precariedad laboral, los bajos salarios y el desempleo, todo ello agudizado aún más por esta crisis sanitaria. Así los salarios se han reducido un 10% por ciento; la tasa de paro juvenil, los menores de 25 años, está ahora mismo en este país, en España, en el 39,6% doblando la media europea de 15,7% y siendo de las la más altas no solo de la Unión Europea sino de toda la OCDE.

Según el sindicato UGT, el 51,2% del empleo destruido en Navarra este año, 2020, ha correspondido a los jóvenes, unos 8.300 puestos de trabajo. Con un total de 16.200 empleos perdidos, 8.300 de ellos han correspondido al tramo de edad entre 16 y 34 años. Según este mismo sindicato esta crisis llega cuando todavía no se había recuperado el empleo juvenil de la crisis anterior del año 2008 e insta a derogar la reforma laboral con urgencia. A día de hoy, en el Estado, dos de cada cinco jóvenes están en paro y los llamados ninis han aumentado un 20% más, también en este mismo año 2020. Hasta el mismo director de economía del Banco de España reconoce que la temporalidad y corta duración de sus contratos frenan la acumulación de experiencia laboral y también esa temporalidad les impide muchas veces acceder a las prestaciones de paro. En la actualidad hay un 70% de jóvenes navarros desempleados que no perciben ningún subsidio ni prestación y que una vez más, las familias constituyen su único recurso. Trabajadores en la misma situación que Rafael y que a juicio del sindicato LAB y la organización juvenil Ernai serían unos millares en Navarra, varados y sin esperanza alguna; eso es un capital humano que ninguna sociedad sensata con visos de futuro se puede permitir desperdiciar.

El Consejo de la Juventud de Navarra pedía al principio de esta crisis con motivo del Día Internacional de la Juventud, el pasado día 12 de agosto de 2020, que los jóvenes no fuesen los paganos de esta nueva crisis que les va a condenar todavía más a la precariedad e inseguridad laboral cuando no directamente a la marginación social. En estos momentos que toca vivir con el freno de mano echado, hay que valorar el esfuerzo de este colectivo por moverse en un medio hostil contrario a su naturaleza, emprendedora y dinámica. Nuestras sociedades envejecidas denotan pocas empatía hacia los mismos, que han visto con la crisis sanitaria seriamente amenazado su horizonte vital. ¿Cómo se sienten? Cuando las bajeras están cerradas, los espectáculos y manifestaciones deportivas y culturales bajo mínimos y constantemente les pedimos contención y contención y así durante días, semanas y meses sin ofertarles ningún tipo de planes alternativos.

No los estigmaticemos más, de ello ya se ha encargado el covid-19 y pensemos en que siempre la juventud ha sido el motor de cambio y que ahora también lo tiene que seguir siendo pero para ello hay que darle los medios. Alemania cuando se reunificó allá por el año 1989 con la caída del muro de Berlín, creó un impuesto que todavía hoy hace más de 30 años, sigue vigente, para financiar la reconstrucción económica de la Alemania del Este; igual habría que pensar en un impuesto para promocionar el empleo con un salario digno y el acceso de la vivienda a este segmento de la población. Se podría llamar el impuesto de la solidaridad; los beneficios de todo ello repercutirían en toda la sociedad como la viabilidad del actual sistema de pensiones, aumento de la actividad económica, garantizar el relevo demográfico, etcétera.

Estamos en una situación extraordinaria y puede que a esta le sigan otras, ahora es el momento de cambiar de modelo económico y de apostar por otro diferente. Ahí está la responsabilidad de la actual clase dirigente: una gran responsabilidad sin duda. El buen trabajo realizado hasta la fecha en el tema de los ERTE por todas las partes implicadas nos puede dar una idea del camino a seguir con este colectivo que hoy nos ocupa. La recuperación económica será insostenible en los países que hayan decidido prescindir de los jóvenes, nos dicen desde Europa; por eso la semana pasada el Parlamento Europeo censuró la decisión del Consejo Europeo del pasado 21 de julio de reducir del 15% al 10% los recursos del Fondo Social Europeo destinados a planes de garantía juvenil, una decisión inaceptable y contradictoria según los eurodiputados, que no van asumir.