En el fútbol actual hay muchas recetas para ganar partidos, pero la que no suele funcionar nunca es la de quedarse a medias. A Osasuna en Vigo le pasó eso. Mucha intentona, muchas ganas pero poca contundencia y eficacia en ambas áreas. Se creó poquito y se encajó casi con menos. Una pesadilla para cualquiera.

Y es que Arrasate volvía al banquillo rojillo y tuvo que hacerlo lleno de ilusión con los diez primeros minutos de Osasuna. Una llegada y un larguero a la segunda. Buena pinta. Rápido desapareció la ilusión.

Exactamente lo que tardó el Celta en armar media jugada en ataque, con su lateral lastimado cabalgando por el centro como si no se le pudiese tocar. El centro del campo y la defensa estuvieron demasiado flojos. Aún y todo, un tiro con la zurda desde la frontal del lateral derecho no parecía gran peligro. Y así fue hasta que Sergio puso mal el cuerpo y el balón le superó ante el estupor de todos. Herrera a veces tiene fallos por exceso de ímpetu, pero apenas se le ven errores técnicos cómo el que cometió (dos veces) en Vigo.

Y ahí se acabó la garra rojilla. Energía le pusieron los jugadores, sin duda. Lo intentaron, especialmente en la segunda mitad, con un centenar de centros laterales de los cuales pocos se convirtieron en algo.

El rival, que también juega, olió sangre y antes del descanso trenzó una jugada llena de calidaz en la que, de nuevo, la defensa de Osasuna no fue lo suficientemente dura para evitar el tanto.

Es cierto que Osasuna presentó una defensa central de circunstancias por culpa de las lesiones y el covid. Pero más allá es un mal que se está convirtiendo en endémico (ahora que está de moda la palabra). Aparece cada ciertas épocas y no es cosa solo de los centrales, sino de todo el equipo.

Arrasate dio la alternativa a Iker Benito, aunque fuesen diez minutos y con la necesidad de un milagro. Para que jueguen cedidos o gente sin rendimiento será mejor que esos ratos los acumulen jóvenes promesas que llevan llamando la atención años en las categorías inferiores.

Al extremo se le vio nervioso (lógico), pero también con personalidad como para competir por minutos en el equipo, aunque claramente aún está lejos.