“Es él y yo. Somos dos, pero somos uno. Ahora sin Mickey no soy nada. He encontrado un sitio en mi vida”. También en la avenida Carlos III, donde resulta difícil no percatarse de la presencia de Mickey Mouse junto al monumento al Encierro. Es Juanjo López Muñoz, burladés de 59 años.

Reconoce que a día de hoy le cuesta llegar a casa y quitarse el traje: “A las seis de la tarde me cambio, vuelvo a salir y me encuentro como perdido. Con Mickey estoy en mi sitio”. El disfraz le ha permitido trabajar de cara a la gente, sobre todo cerca de los niños, con los que disfruta viéndoles sonreír: “Antes ya me gustaban los niños, pero ahora que estoy más en contacto con ellos me gustan más”.

No es lo único que le ha dado ese disfraz. “Me ha creado autoestima, me ha dado libertad”. Su relación con Mickey llegó en un momento de necesidad tras la pérdida de su familia y su trabajo. Ha creado un vínculo muy fuerte.

“A las seis de la tarde me cambio, vuelvo a salir y me encuentro como perdido. Con Mickey estoy en mi sitio”

Juanjo no lleva toda la vida trabajando con su traje. Ni siquiera ha ido siempre con el disfraz de Mickey Mouse. Empezó con un traje del pato Donald. De pequeño veía los dibujos del popular personaje de Disney con su hermano y su hermana, y en el colegio era famoso porque sus amigos le pedían que imitara a Donald. Todo el mundo se reía y a Juanjo le gustaba.

Dejó de verlo cuando fue creciendo. Además, ya no estaban sus hermanos. Javier murió de leucemia y María de un infarto. Juanjo ni siquiera había acabado el colegio. Cuando iba a terminar sus estudios de BUP, se enfrentó a una decisión importante. Su padre tenía un bar, pero se iba a jubilar, así que Juanjo tuvo que decidir si coger las riendas del negocio o seguir estudiando. Eligió el bar.

Su padre murió dos años después. Solo le quedaba su madre. Juanjo decidió abrir una bolera en Burlada mientras seguía con el bar, pero se le empezaron a torcer las cosas.

“Hubo un problema con unos ruidos, los bancos se me echaron encima y se cerró”. Volvió al bar. Por las deudas acumuladas, los bancos tardaron poco tiempo en quitárselo también: “Me quedé en la ruina”.

También le embargaron la casa. Era 2018. Juanjo alquiló una habitación de un piso compartido en Iturrama con la renta garantizada que le ofrecieron desde Servicios Sociales. Su madre murió a los pocos días. Había perdido todo lo que tenía. “Cuando me quedé solo y sin trabajo dije, ‘¿qué hago?’ . Me veía inútil”, reconoce.

“Cuando me quedé solo y sin trabajo dije, ‘¿qué hago?’ . Me veía inútil”

Juanjo volvió a su infancia. Una noche de fiestas en Burlada, sus amigos le pidieron que hiciera el sonido tan característico del pato Donald. Todos se rieron. Pensó que eso que hacía para sus amigos lo podría hacer para más gente. Le prestaron un viejo disfraz y en pocas semanas estaba delante del monumento al encierro. “Pues con esto ya me sacaré la vida. Y así empecé”, recuerda.

Desde el 6 de julio de 2020, sin Chupinazo por la pandemia, se enfunda todos los días su disfraz. De once de la mañana a cinco de la tarde. Cuando hace sol pasa calor y cuando llueve se moja.

 Sus ingresos vienen de la voluntad por sacarse una foto, como reza el cartel que lleva siempre entre las manoplas de Mickey. Los peores días gana menos de cinco euros, los mejores alrededor de 15.

El primer sueldo lo dedicó “a lo más grande que he hecho”. Su madre había muerto un año antes, pero entonces no tenía dinero. Tras unos meses lo consiguió. Con lágrimas en los ojos recuerda que “con Donald le puse la lápida a mi madre”.

Un año después reunió dinero suficiente para cambiar el viejo y malgastado disfraz y lo cambió por el del personaje que le ha acompañado hasta ahora: Mickey Mouse. 

Para Juanjo el dinero no es lo primordial. De hecho, hay veces que ni siquiera cobra por sacarse una foto con él: “Me entristece cuando las madres no le dejan sacarse una foto a sus hijos, me he llegado a quitar la máscara para decirles que no me den nada, pero que se saquen la foto”.

“Me entristece cuando las madres no le dejan sacarse una foto a sus hijos, me he llegado a quitar la máscara para decirles que no me den nada, pero que se saquen la foto”

Juanjo siempre se dice lo mismo para sus adentros: “Yo estoy aquí trabajando. A los que piensan que soy un vago les cambiaría el disfraz por un día”. Reconoce que la mayoría de la gente es muy agradable con él. “Lo más bonito es que vengan los niños y te abracen. Con ellos, pese a estar sin familia, me siento arropado. O que venga una señora mayor y te diga ‘eres la alegría de Carlos III’”.

“Lo más bonito es que vengan los niños y te abracen. Con ellos, pese a estar sin familia, me siento arropado"

De pronto, cáncer

En las navidades de 2023, a Juanjo se le sumó un problema con el que no contaba: “Me notaba los dientes que me dolían ‘Me los voy a arreglar porque son épocas propensas a comer más’”, pensó.

Juanjo tomó la decisión de que Mickey le acompañara desde el principio en esta etapa. “Fui a Vitaldent disfrazado. Cuando entré, la señora que atendía se quedó muy sorprendida. Debía de ser la primera vez que veía a Mickey Mouse en su consulta”. A Juanjo le tuvieron que quitar los dientes para ponerle una prótesis, pero no le entraba. Le enviaron al médico y se confirmaron los peores pronósticos: cáncer maxilofacial.

“Me hundí un poco. De pronto, solo, cáncer, ¿y ahora qué? Se me bajó un poco la moral”. Juanjo dejó de trabajar y estuvo ingresado dos meses. Cuando salió en mayo, lo primero que le dijo a los médicos es que quería volver a su trabajo. Ellos no estaban muy por la labor, porque no era conveniente que estuviera muy expuesto al sol. Les convenció: “Lo voy a hacer porque creo que va a ser mejor para mí”. 

Juanjo posa con su disfraz de Mickey Mouse. Oskar Montero

El 7 de noviembre, Juanjo se sometió a una operación en la que perdió parte de la lengua. Le injertaron piel del brazo y se acostumbró a hablar con dificultad. También a imitar al pato Donald.

Pero no estuvo solo: “Todo este tiempo yo estoy con Mickey y como tengo ese cariño de los críos y de hablar con la gente no pienso en la enfermedad que tengo. Si estuviera en casa todo el día, estaría pensando ‘cómo va el cáncer, cómo irá…’ En cambio, estoy con Mickey. Me ha ayudado mucho el hacer lo que hago. Si no, me hubiera hundido más”.  

“Todo este tiempo yo estoy con Mickey y como tengo ese cariño de los críos y de hablar con la gente no pienso en la enfermedad que tengo"

Pero no todo lo que ocurrió en las navidades de 2023 fueron malas noticias para él. Hubo una muy especial. Recibió un regalo que llevaba tiempo esperando. Un nuevo traje de Mickey Mouse. El anterior estaba desgastado.