Dos horas de compañía: un regalo infinito
mila eraso es voluntaria de afan y, desde hace tres años, ayuda a josé luis txintxurreta en el cuidado de su mujer
José Luis Mato Txintxurreta es un pamplonés de 76 años al que hace cinco le cambio la vida cuando a su mujer le diagnosticaron alzhéimer. Desde entonces, su vida gira entorno a su cuidado las 24 horas del día. La lleva al centro de día por las mañanas, hace los recados, vuelven a casa a comer y la tarde se la tiran paseando por Pamplona. “Su debilidad es la calle. Hay veces que volvemos a casa y a los cinco minutos quiere salir otra vez. Es una lucha diaria”, comenta. Para él, la enfermedad de su pareja ha supuesto tener que estar pendiente y alerta constantemente porque no sabe cómo se la va a encontrar cada día. “Hay veces que no deja de sonreír y otras en los que está enfadada todo el rato”, relata, y confiesa que en muchas ocasiones termina muy estresado.
Pero la situación de José Luis cambió radicalmente hace tres años cuando recurrió a Afan en busca de ayuda. “Vine a la asociación y les explique mi caso. Me presentaron a Mila y lleva con nosotros desde entonces”. Mila Eraso es una de las 21 voluntarias de Afan que colabora con la asociación desde que falleció su madre. “Mi madre murió hace tres años y también padeció alzhéimer por lo que me tocó cuidar de ella durante muchos meses”, explica y reconoce que esa experiencia fue la que le impulso a hacerse voluntaria. Mila afirma estar muy rodada en los cuidados de alzhéimer y consciente “de lo necesario que es para los familiares un hombro en el que apoyarse”.
“Voy todos los miércoles a la tarde a cuidar de ella, no cuesta nada y son solo dos horas”, señala. Para Mila este tiempo a la semana no supone un gran esfuerzo, no obstante para José Luis significa todo un mundo. “Es un alivio, la ayuda que nos presta es impagable y por pequeño que sea el gesto para nosotros es inmenso”, afirma. Durante estos 120 minutos, Mila y la mujer de José Luis pasean por Pamplona y, casi siempre, por calles con tiendas y escaparates, uno de sus hobbies. También le ayuda a recordar palabras y lugares que la enfermedad ha ido borrando de su memoria. Mientras tanto, José Luis aprovecha para tirarse en el sofá y descansar de las otras 166 horas semanales que pasa detrás de su mujer. “A ella también le viene bien una compañía que no sea yo, pero para mí la llegada de Mila ha sido un respiro grandísimo”.
La voluntaria también ha sido consciente de la labor que está desempeñando, y reconoce que le llena “ayudar a dos personas que están pasando por lo mismo que yo pasé”. “A José Luis le ha venido muy bien, le sirve para desconectar y también para desahogarse conmigo, porque al final él está solo y su situación carga mucho psicológicamente”, explica Mila, que a sus 60 años continúa con fuerzas para seguir ayudando y hacer de este mundo “un lugar mejor”.
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