El 8 de abril de 1973, a los 91 años, Pablo Picasso moría en su casa cerca de Mougins. En ella había vivido la mayor parte del tiempo desde junio de 1961, apenas dos meses después de su matrimonio con Jacqueline Roque. Aunque durante los últimos años, en el arte se están revisando conceptos y el de genio hoy se está cuestionando, no hay duda de que cincuenta años después de su fallecimiento, Picasso se mantiene como uno de los artistas, si no el que más, con mayor influencia en nuestro tiempo.

Pintor, escultor, grabador, dibujante... El creador malagueño constituye un caso aparte en la historia del arte. Dominaba todas las técnicas y todo lo hacía bien. “No existe un Picasso malo sino picassos más o menos buenos”, acostumbraba a decir. Era un artista precoz que gozó de una longevidad excepcional lo que le permitió crear una obra fuera de lo común.

Indudable genio con los pinceles, también encerraba un lado oscuro, hizo muchísimo daño a las mujeres a las que supuestamente amó, a quienes también trató de forma tiránica y despiadada. Fuentes de inspiración y objeto de deseo, iba hilvanando amantes y esposas, siendo infiel si no a todas, a casi todas ellas. Se casó dos veces, pero tuvo múltiples amantes.

Muchos críticos le han visto como un vampiro que chupaba hasta dejar a sus víctimas sin aliento, se alimentaba de su energía vital, su personalidad, su mirada y sus mínimos gestos y cuando esto ocurría, se deshacía de ellas porque ya no le servían ni de inspiración. Y las dejaba tras haber saciado su hambre de la misma forma en la que el minotauro de Creta – al que el artista dedicó su serie Suite Vollard–, se comía a todo el que entrara en su laberinto. Cuando conocía a sus amantes las pintaba bellas, alegres, pero tan pronto las comenzaba a odiar, las pintaba viejas, desdentadas, tristes y monstruosas. Cuando dejó de amar a la artista Dora Maar la pintó como una mujer llorona con cara de cerdo. Por ello este aniversario llega también con una relectura feminista de su obra.

Obra universal

Genio o monstruo, la realidad es que este icono del siglo XX, ha dejado tras de sí una de las obras más universales de la historia, el Guernica, que refleja con tanta profundidad y fuerza nuestra memoria que su visión aún nos sobrecoge a las generaciones que no conocimos ni la guerra ni el periodo más cruel de la posguerra. Picasso vomitó en él todo el horror que sintió cuando vio las imágenes de la localidad vasca bombardeada por la aviación alemana.

Y lo pintó en el transcurso de unas semanas, entre mayo y junio, para colgarlo en la Exposición de París de 1937. El arquitecto Josep Lluis Sert contó que “no cobró nada por este trabajo. Cuando dijo que el cuadro era de la República, yo creo que se refería a que a todos los pintores que trabajaron para el Pabellón se les pagaron los gastos de la tela, del bastidor, del color, de los transportes para llevar los cuadros... Era más bien un pago simbólico. Imagínense si hubiera cobrado por él”.

Cuentan que durante la ocupación de París por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, un oficial alemán le mostró una reproducción del Guernica. “¿Este cuadro lo ha hecho usted?”, le preguntó con un tono amenazante. “No, este cuadro lo has hecho tú”, le contestó el artista.

Todo el mundo tiene una interpretación, pero él apenas dio explicaciones sobre el cuadro. Solo comentó en 1937 que había realizado su obra desde su compromiso político con la IIª República y contra los militares sublevados. Compromiso político que, para él, entonces director del Museo del Prado, se convirtió en un compromiso cultural y en un compromiso humano. Posteriormente, en unas declaraciones de 1945 en las que consideraba que el Guernica era “arte de propaganda”, afirmaba así mismo que era la única de sus obras en las que había usado un lenguaje simbólico. El toro representaba “la brutalidad” y la “oscuridad”, y el caballo era “el pueblo”.

El lienzo llegó a Madrid en 1981 procedente de EEUU. La obra había estado expuesta durante años en el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York por expreso deseo del pintor malagueño, que no quería que se mostrara en el Estado español hasta que muriera Franco.

Se instaló primero en el Casón del Buen Retiro, perteneciente al Museo del Prado, para en 1992 fue trasladado al Reina Sofía de Madrid, donde permanece en la actualidad. Las instituciones vascas han solicitado su préstamo en numerosas ocasiones, pero siempre se lo han denegado.

Los otros 'Guernica'

La sombra de Picasso y el Guernica ha sido durante estas décadas alargada. El cuadro ha sido fuente de inspiración para poetas, pintores y músicos como Pablo Sorozábal, pero el Gernika de Escudero es la obra de mayor envergadura, la más compleja y ambiciosa que se ha compuesto sobre este tema, comparable a la de Picasso en pintura.

La polaca Goshka Macuga (1967) presentó también en 2009 la réplica en tapiz del Guernica que Colin Powell mandó cubrir en la ONU al anunciar los inicios de la guerra contra Irak en 2003. El escultor norteamericano Richard Serra realizó un trabajo de 38 toneladas en 1986 y lo denominó Equal-Parallel / Guernica-Bengasi, relacionando las dos ciudades con sólidos y pesados volúmenes que desaparecieron del Reina Sofía en 1990 y han vuelto a rehacerse en 2008. Incluso el grafitero Suso33 (1977) participó en un Homenaje a Guernica del Reina Sofía en 2006 junto a Boa Mistura, Brake1 o Max501

La Diputación de Bizkaia organizó en 2014 una proyecto expositivo en el Euskal Museoa, comisariado por Xabier Sáenz de Gorbea, con los otros Guernica, que ha inspirado también a artistas africanos y de Oriente Próximo, como al iraquí Dia Al-Azzawi, cuya obra No somos visibles sino cadáveres trata la causa palestina, e Ibrahim el-Salahi, que en Lo inevitable trata temas de represión política y de liberación en Sudán.

Porque Gernika existió y seguirá existiendo en muchos genocidios en distintas partes del mundo. Cincuenta años después de su muerte, Picasso sigue trabajando por la paz.