A Eduardo Blanco Mendizábal, corellano de 46 años, siempre le apasionó la naturaleza. De pequeño, acompañaba a algunos de sus familiares cuando iban a cazar y, tras haberse formado como guía de la naturaleza y técnico de trabajos forestales, estuvo desarrollando su carrera en la educación medioambiental y otras labores en los montes de Navarra. Sin embargo, hace 18 años, tomó un rumbo diferente, que lo ha llevado hasta lugares tan singulares como Alaska o Kirguistán. Sin olvidar otros mucho más cercanos, pero igual de interesantes, como las Bardenas Reales.

Asistentes a la charla en el Navarra Arena.

Provisto de un equipo fotográfico, se lanzó a capturar la naturaleza con el objetivo de su cámara, ya fuera un amanecer, la inmensidad de un desierto o el vuelo de unos halcones. Y la pasión que pone en retratar esos momentos la exhibió el pasado día 8 de junio durante una jornada sobre esta materia, organizada por la Federación Navarra de Caza y celebrada en el pabellón Navarra Arena. Se dividió en dos partes: un curso de introducción a la fotografía de fauna y experiencias fotografiando a animales.

A todos los asistentes, el fotógrafo ribero les desveló que la clave para llegar a ser un buen profesional en esta disciplina se basa en aunar la paciencia y la constancia, dejando de lado las prisas y no desmoronándose al comprobar que las primeras instantáneas no resultan tan espectaculares como uno desearía. “Hay que invertir tiempo en ir mejorando y, en un comienzo, contar con el asesoramiento de alguien avezado en la materia, para que enfoque bien ese primer impulso tan fundamental”, destaca.

En su caso, él no se especializó en una sola temática, sino que fue abordando con el paso de los años tanto imágenes de fauna, como de paisajes o actos culturales. “La fotografía de animales es una opción más para todos aquellos que sienten una gran vinculación con la naturaleza. Al igual que la caza, permite disfrutar de estar cerca de los animales y del estudio de sus características y movimientos, aunque el reto consiste en acercarse a ellos tan solo con una cámara en las manos”, relata.

Blanco afirma que en los últimos 15 años, la afición por la fotografía de fauna ha aumentado bastante, ya que antes era muy raro encontrarte con alguien en el campo que portara un equipo profesional óptimo con el que fotografiar a animales. “Mucha gente tenía una cámara, desde luego, pero no un teleobjetivo potente, que ahora ya es más común”, defiende. Dentro del ámbito cinegético, sin ir más lejos, cada vez hay más cazadores que se están adentrando en este mundo de la fotografía en la naturaleza.

Como en todos los ámbitos de la vida, reconoce que, en función del nivel que se quiera alcanzar, puede tratarse de una afición muy cara, a pesar de que, en los últimos años, se ha ampliado mucho la variedad y la oferta de los elementos necesarios. “Y hay más facilidad para encontrar información -aduce-. Antes, o conocías a alguien que ya lo hacía o quizá en una tienda te podían aconsejar algo. Pero, ahora, en internet está disponible mucha información sobre el tema”. Blanco, por ejemplo, que vivía en Corella, lo tuvo algo más complicado para adentrarse en este campo, si bien contaba con el tesón imprescindible para estar continuamente progresando.

Confiesa, por otro lado, que su empleo anterior como trabajador forestal le llenaba, pero le llamaba la atención el hecho de poder ser su propio jefe y dirigir mejor su camino profesional. Tanto es así que, en estos 18 años como fotógrafo, se ha ido dedicando tanto a capturar con su cámara sitios muy cercanos, como otros muy lejanos y completamente diferentes a su Navarra natal. “Trato de dar a conocer las cosas que tenemos aquí e, igualmente, salgo al extranjero. En septiembre, tengo un viaje organizado a Alaska para enseñar fotografía de fauna a un grupo de personas. De esos viajes, salen muy buenas experiencias”, manifiesta.

Con su cámara, ha retratado a muchísimos animales y reconoce que los mamíferos le resultan más interesantes, “porque se parecen más a nosotros, suelen tener ojos más grandes y, a veces, son muy esquivos, lo que supone un reto que me gusta mucho”. Blanco sabe de lo que habla, ya que en uno de sus últimos viajes, en el que recaló en Kirguistán, estuvo tratando de fotografiar al leopardo de las nieves. Pero no hubo suerte. “Con las condiciones que tuvimos, de mucha lluvia y nieve, fue imposible. Además de que es un animal que se mueve poco y que tiene momentos de acción muy rápidos, se camufla perfectamente con su entorno, ya que su pelaje es similar al de las rocas en las que vive, por lo que, si se queda quieto, se mimetiza con el paisaje y es muy complicado verlo”, argumenta.

Alaska y Kirguistán son lugares exóticos, aunque este fotógrafo ribero ha invertido mucho tiempo y esfuerzo en buscar el brillo a rincones mucho más cercanos. “Me emociona capturar un amanecer con nieblas en Navarra –indica– y, ahora mismo, estoy terminando un proyecto que se llama Un kilómetro de biodiversidad, en el que tomo fotografías sin separarme más de un kilómetro de mi pueblo. Ha habido cosas que podía esperar, pero también alguna sorpresa. Editaré un libro, en el que lo contaré todo”.

De eso, precisamente, se habló en el curso de la semana pasada, ya que Blanco intentó que los participantes asimilaran que cerca de las casas de cada uno de ellos pueden esconderse también cosas interesantes, y no hay que ver esos espacios como lugares aburridos. “Les expliqué cómo tratar de descubrir las cosas como nadie las había descrito antes y, así, convertirlas en algo emocionante. Claro que hay sitios a los que a todos nos encantaría ir, pero hay que saber mirar la belleza que tenemos a nuestro lado”, sostiene.

Quizá por ello, uno de sus trabajos más importantes fue el de dedicar muchos ratos de las últimas dos décadas a visitar en incontables ocasiones las Bardenas Reales, buscando la luz precisa con la que fotografiar toda su belleza. “Es un proyecto muy completo, porque me dio tiempo a buscar y rebuscar, a ir allí una y otra vez y a aguardar esa luz especial”, remarca. Por eso, sentencia que lo principal para un fotógrafo de naturaleza es liberarse de las prisas y no esperar resultados rápidos. “Con atajos, esto no funciona. Pero si, después, se hace el balance de tanto tiempo dedicado, siempre ganan los buenos momentos. Cualquier pequeño rato que pasas delante de algo de la naturaleza que te emociona merece mucho la pena”, concluye.