Asoma en el horizonte la tormenta perfecta. Tenemos todos los elementos. El entrenador que lidera un proyecto de éxito se marcha, la deuda del club engorda, los vigilantes de las finanzas anuncian la quiebra, la directiva sufre una fractura, el equipo se desconecta, la hinchada entra en fase de pesimismo y todo el mundo está bajo sospecha. Vienen rayos y truenos. El ciclo histórico de Osasuna, vaya. Llegados a este punto, parece que no sirve de consuelo el tener garantizada la permanencia, ese clavo ardiendo al que siempre agarrarse porque las preocupaciones del osasunismo son otras y tienen que ver con el futuro. Hay demasiadas preguntas en el aire y en la calle; dos se repiten de forma constante: quién sustituye a Arrasate y qué pasa con Fran Canal. Por ahí van los tiros del osasunismo cuando la alineación y los rivales pasan a un segundo plano. Y no son dos cuestiones menores...

Así las cosas, cabía esperar que el ruido que envuelve al equipo acabara estallando en el verde. Los puntos almacenados tampoco lo cubren todo. No tiene justificación este desplome deportivo y anímico, pero sucede cuando el contexto no ayuda. Y ahí estamos. A este Osasuna que está a ver qué pasa ya le cambió el ánimo en la segunda parte del partido en Vallecas y en Los Cármenes fue un equipo irreconocible. Salvo Sergio Herrera, los rojillos perdieron los papeles, la contundencia, la tensión, el orden, las referencias… “Un desastre”, en palabras de Jagoba Arrasate. Pero siendo malo que el casi descendido Granada te haga un 3-0, lo peor ahora mismo es la perspectiva de las cinco últimas jornadas. No sé si esto se arregla con la autocrítica post partido, con pedir perdón a la afición o con ir unos días al rincón de pensar como ha hecho Pedro Sánchez. El latido del equipo ha cambiado de ritmo desde que el entrenador dijo que no seguía y tras la inmerecida derrota ante el Valencia, que disipó el último objetivo de la temporada, que era luchar por alcanzar el puesto para la Conference League. La secuencia de cinco derrotas en las seis últimas jornadas es significativa y afecta al ánimo de todo el mundo. Darle la vuelta en este último mes, final de tantas cosas, me parece complicado; ¿por qué?, porque para el entrenador tiene que resultar muy difícil hablar en términos de próximo partido cuando no puede asociarlo a la próxima temporada; y para los jugadores porque quemada esta etapa tendrán las expectativas puestas (o incluso su futuro) en quién puede hacerse cargo de la plantilla y qué papel va a tener cada uno de ellos. Para nada se pone en entredicho la profesionalidad, pero Osasuna vive una situación deportiva rara y se acaba reflejando en el campo. Lo dicen los datos: a un equipo que viene cometiendo una media de 15 faltas por partido, ayer le sancionaron la primera en el minuto 56. Lo dicen también los gestos: en lugar de palmadas de ánimo, lo jugadores abrían los brazos para reprocharse un mal pase o un marcaje deficiente.

La reflexión de Sergio Herrera tras el partido sonó a aviso serio: hay que acabar bien para sostener el impulso y volver a comenzar bien. Iniciar el curso sin dudas es sacudirse desconfianzas que flotan en el aire; aunque como las leyes del fútbol no son inmutables, todos los éxitos de la anterior temporada, por ejemplo, han sometido a la plantilla a un techo de exigencia que le ha pasado factura. Pero como dijo el sabio, “el fútbol es así” y esta aseveración no la niega nadie. Así que si viene tormenta, a sacar los paraguas y a defender que, por encima de todos, de personas y de resultados, está Osasuna.

Confidencial

Reencuentro en la cárcel. El pasado lunes el equipo de Osasuna Veteranos acudió a jugar a la cárcel de Pamplona, donde cumplen pena los exdirigentes Archanco, Vizcay, Bandrés y Peralta. Solo este último se acercó a saludar a los jugadores y acompañantes.