¿Cuándo descubrió que lo que le gustaba era la producción? Imagino que habría empezado tocando en grupos.

–Efectivamente, empecé a tocar la batería con quince años en el pueblo, en Irurzun. Veía a los músicos en las revistas y flipaba. Estaba obsesionado y empecé a ensayar muchísimo y a girar con grupos de metal y hardcore… Estaba muy metido en la música. Fui a Andoain a estudiar técnico de sonido, luego volví a la uni, hice telecomunicaciones, la técnica, enfocada a imagen y sonido. Cuando grabábamos con Iñaki Llarena o con Hans Krüger, me gustaba ver cómo ponían los micrófonos, cómo tomaban ciertas decisiones que afectaban a la sonoridad de las canciones. Cada paso que iba dando con mis grupos, iba recolectando material, información, ya pensando que igual, en un futuro, me tocaba estar en ese papel, y no tanto en el del grupo. En 2012 ya empecé a grabar a bandas: Kokoshca, Exnovios… Yo tampoco me ofrecía con un presupuesto cerrado. Les decía que tenía material y cierta experiencia, y les proponía que probasen; si les gustaba, me pagaban, y si no, se iban a un estudio de verdad. Tuve suerte de estar rodeado de músicos que confiaron en mí. Grabábamos en el local de ensayo, con cuatro micros, y luego yo cacharreaba en casa. Unos años más tarde pensé que no lo estaba haciendo tan mal y di el paso: construí el estudio, lo adapté… Sería 2016. Ahí ya dejé los otros curros que tenía y me empecé a dedicar más específicamente a la producción.

Ha trabajado con un montón de grupos de Pamplona: Melenas, Kokoshca, Exnovios, Río Arga, Monte del Oso, Juárez… Ellos suelen ser reacios a hacerlo, pero ¿se puede hablar de escena?

–Precisamente este colectivo que hemos montado para el disco, que en realidad no es un colectivo, porque los grupos no han trabajado juntos, el nexo he sido yo, pero este colectivo plasma lo que dices. No hay una escena, pero todos estamos haciendo algo parecido. En la música navarra somos muy reacios a mirar lo que hace el de al lado. Falta un poco de apoyo mutuo entre los grupos. Igual hablo por mí, pero me da esa sensación. Uno de los objetivos de este disco era unir propuestas y ver que hacemos todos lo mismo. Ninguno es muchísimo más especial que el de al lado. Estamos todos ahí. Ha sido casi un experimento, en ese sentido.

¿Cómo surge a la idea de este disco, con ese enfoque hacia la música tradicional?

–Surgió en el propio estudio, después del confinamiento. Ahí grabe a muchos grupos, porque todos habían compuesto un montón de material. En conversaciones paralelas que teníamos, hablábamos de que muchos habíamos vuelto a vivir al pueblo, a tener esas sensaciones de arraigo con la naturaleza, con el folclore de aquellos lugares, las raíces… También hablábamos de músicos tradicionales, en mi caso muchos latinoamericanos. Por ejemplo, Simón Díaz, de Venezuela; nos imaginábamos al músico ordeñando una vaca y haciendo esas canciones tan maravillosas sobre la luna, esos sonidos tan intensos. Nos sentíamos muy identificados, a pesar de que todos éramos urbanitas. Hice la primera canción del disco, Laga, en esos momentos introspectivos de estar tanto en casa, justo se me había muerto un gatito. No tenía ninguna pretensión, pero se la mandé a Amaia (Kokoshca), a Cris (Juárez), a Gorka (Brecha)… solo para que vieran lo que estaba haciendo. Me respondieron con otras canciones y vi cosas en común. Realmente, el disco no tiene un estilo único, cada canción toca un palo distinto, pero sí que hay algo que, de alguna manera, le da cohesión. Les ofrecí grabárselas y vi que podía haber un inicio de algo. Llamé a otros grupos y les pregunté si tenían algo que pusiese encajar en esa línea. Fuimos muy poco a poco, hasta reunir las doce canciones.

Ahora se está revitalizando la música tradicional. Antes, eran estilos un poco marginados, como de catetos. ¿Lo ve así?

–Cada uno lo verá de una manera. Yo vengo de una música muy europea, del pop, del mainstream… Es ahora cuando me estoy empezando a abrir y cuando veo que este tipo de temas y esta manera de expresarte cuajan más en mí. Lo que me gusta del folclore es que mama mucho del sentimiento. No es tan importante la canción en el sentido de los ritmos o las estructuras, sino el mensaje y el sentimiento que quiere transmitir. Igual el pop y el rock tienen una estructura tan definida que puede acabar convirtiéndose en una especie de fábrica de canciones. Quizás es que yo he estado tantos años ahí que perdí la perspectiva y terminé viéndolo así. Poder hacer una canción que hable de un ser querido, sin darle tanta importancia a los acordes o al acompañamiento, sino a cantarlo desde la sencillez y que llegue a emocionarte, me parece algo muy interesante.

Además del enfoque musical, ¿se podría decir que este disco tiene también algo de enfoque social? Por aquello de valorar más la vida rural.

–Exacto. Yendo al pueblo te redescubres. En Navarra, casi todos tenemos un pueblo. Muchos de nuestros padres nacieron en un pueblo y acabaron viniendo a Pamplona. De pequeños, muchos hemos ido a esos pueblos en verano, los fines de semana… Eso iba calando en tu identidad, a veces sin darte cuenta. Ahora, al regresar, descubres que todo eso tiene mucho más que ver contigo de lo que podías pensar. Y eso se plasma en la música. Por ejemplo, la canción de Oihana me gusta mucho porque puede simbolizar lo que pasa en el disco. Se genera desde una estructura de su estilo, pop, con un teclado. Pero a ella le viene de su pueblo, Burguete, el baile de Santa Águeda, los palos, el sonido del frontón, la sencillez de una percusión de madera… Se compone de lo que ella recuerda como tradición, pero con su evolución; es la cantante de un grupo de pop, no tiene que impostar nada. Hace esa música, pero tiene esa raíz.

¿Dónde se podrá comprar?

–Online, en nuestro Bancamp (https://colectivoostatua.bandcamp.com/album/12-12-12). También en La Guillotina, El Infiernito y el Txintxarri. Y en la posada Biltegia, de Latasa.

¿Quién ha diseñado la portada y los retratos de los artistas?

–La portada la ha hecho un amigo, con el seudónimo de Guiso. Su mención es bastante relevante. Él, que es venezolano, fue el que me enseñó muchos cantautores de música tradicional de allí. Sin él mismo saberlo, me iba mostrando cosas que calaron en mí, incluso me proponía hacer un recopilatorio de grupos de Pamplona con cosas de este estilo, pero yo lo veía como algo muy lejano. Inconscientemente, ha sido como un mentor.

¿Piensan llevarlo al directo?

–En Navidades queremos hacer un encuentro sencillo, tocar los que estemos, porque todos va a ser muy difícil. Y me gustaría llevarlo al directo, hacer una gira por posadas. Hacer un fuego, una comida, y tocar en las sobremesas. Sin escenario, micrófono ni nada. Me encantaría que fuese un trueque, que nos den de comer y algo de su huerta. Alejarlo de la estructura de la industria musical, de los festivales, los escenarios, los mánagers… Que se algo muy natural: un par de guitarras, la percusión golpeando la mesa…

¿De ahí viene el nombre del colectivo, Ostatua?

–Sí. Ostatua significa posada. Yo lo veo como música de posada, de estar alrededor del fuego, calentándote, y cantando de una manera muy emocional. l