Cuando se cumplen 250 años del inicio de las expediciones españolas a la costa de Alaska, en 1774, el Archivo Real y General de Navarra ha dedicado su microexposición de abril a exponer al público algunos de los documentos que custodia relacionados con esta exploración. En concreto, se exhiben varios mapas de la costa de Alaska en los que se aprecia la ubicación en aquellas latitudes del arrecife denominado como bajo Pamplona o Roca Pamplona de los Españoles.

La microexposición “250º aniversario de las Expediciones Españolas a Alaska (1774)” es una muestra de pequeño formato, de acceso libre y gratuito, que permanecerá abierta en la galería baja del Archivo de Navarra todos los días del mes de abril de 10:00 a 14:00 horas y de 17:00 a 20:00 horas.

Las exploraciones a Alaska del siglo XVIII

En el último tercio del siglo XVIII, la llegada a España de noticias referentes a incursiones rusas en la costa del Pacífico de Norteamérica motivó el que a partir de 1774 se llevaran a cabo distintas expediciones destinadas a explorar y a afirmar la soberanía española sobre el territorio que, hasta entonces casi desconocido, hoy denominamos Alaska. La huella cartográfica de aquellas expediciones tiene una presencia singular entre la documentación custodiada en el Archivo Real y General de Navarra.

Fue Antonio de Bucareli y Ursúa, virrey de Nueva España, quien en 1774 ordenó al experimentado navegante Juan Pérez Hernández la primera expedición a las costas de Alaska, consideradas entonces parte septentrional de California. Bucareli descendía por vía materna del afamado linaje navarro de los Ursúa, de cuya relevancia alcanzada a finales del siglo XVIII da idea el que su hermano Francisco de Paula ejerciera también de virrey, en este caso de Navarra, mientras su hermano mayor, José Francisco, ostentaba el mayorazgo de Ursúa y la propiedad de la casa-torre de Arizcun (Baztán), origen del linaje.

A esta primera expedición de 1774 le seguirían hasta el final del siglo una docena más cuyo legado ha permanecido en los nombres que hoy en día mantienen algunas localidades y accidentes geográficos de Alaska, como las ciudades de Córdova (sic) y Valdez, el glaciar Malaspina o la bahía de Bucareli, esta última bautizada así en honor del virrey por el viaje de exploración que en 1775 capitaneó Juan Francisco de la Bodega y Cuadra.

El arrecife o bajo Pamplona

Pero es a otra expedición, a la dirigida en 1779 por el teniente de navío Ignacio de Arteaga y Bazán, a la que se refiere una serie de 4 mapas de la costa alasqueña que el Archivo General custodia como parte del fondo documental Barones de la Torre y en los que figura representado en el golfo de Alaska un accidente geográfico con el nombre de bajo Pamplona.

Reciben el nombre de bajos o arrecifes aquellas áreas rocosas del lecho marino que se hallan sumergidas a muy poca profundidad y que, por ello, suponen un grave peligro para la navegación de los barcos, al poder hacerlos embarrancar y naufragar si no son vistos y esquivados.

En este sentido, fue la expedición de Arteaga de 1779 la primera que dio noticia del avistamiento de un peligroso bajo en el sector central del golfo de Alaska, y la que lo bautizó con el nombre de bajo Pamplona. Posteriormente, tras haber tomado conocimiento de su existencia por las fuentes españolas, la armada británica se referiría a este bajo como Roca Pamplona de los Españoles (‘Roca Pamplona of the Spaniards’).

Sin embargo, un siglo después, cuando en 1867 Estados Unidos adquirió el territorio alasqueño y emprendió la exploración sistemática del área, todos los intentos por localizar el bajo Pamplona se revelaron infructuosos y el arrecife no pudo ser encontrado. Por ello, pese a que además del de Arteaga se tenía noticia de otro avistamiento posterior del bajo por parte de un buque ruso, se pensó que quizá lo que había visto la expedición de 1779 había sido en realidad un desprendimiento de hielo del cercano glaciar Malaspina o algún efecto o coloración temporal del agua que fue confundido con un arrecife. En consecuencia, el bajo Pamplona o Roca Pamplona de los Españoles fue eliminado de los mapas.

El misterio sólo empezaría a ser resuelto a mediados del siglo XX, cuando el avance de los medios técnicos para el conocimiento del relieve submarino permitió descubrir la existencia de un promontorio o cresta montañosa subacuática cerca de donde la expedición de Arteaga había ubicado al bajo Pamplona. Así, y aunque la parte más elevada de la cresta se encontraba sumergida a más de 100 metros de profundidad, se apuntó a la posibilidad de que a finales del siglo XVIII hubiera estado mucho más cerca de la superficie del mar, y que hubieran sido los frecuentes movimientos sísmicos de la zona los que luego la hubieran ido hundiendo. De este modo, para denominar a este promontorio submarino se recuperó el nombre con el que la expedición española había bautizado en 1779 al bajo que por entonces quizá constituía; siendo, por ello, conocido hoy como el promontorio o espolón de Pamplona (‘Pamplona Spur’).