El arte de ser mediocre es la habilidad de aceptar las peculiaridades y rarezas. Este libro autobiográfico de la cantante Maialen Gurbindo (Villava, 1994) comienza con la idea de compartir la carga para que sea más liviana. En él, Chica Sobresalto invita a explorar sus miedos y rarezas con honestidad y valentía. A través de un diálogo entre ella y sus múltiples alter egos, ofrece un relato lleno de ingenio y sensibilidad, en el que el autoconocimiento y la aceptación son fundamentales para la autoestima y la salud mental.

En primer lugar, ¿cómo surge la idea de escribir este libro?

La verdad es que un poco sin querer, porque estaba en un punto en el que no era capaz de escribir canciones y me puse a escribir esto al mismo tiempo que hacía terapia. Coincidió que estaba escribiendo mucho con que me llamaron de la editorial. Ya me habían llamado otras veces pero no tenía una idea clara y de repente la tuve. Tengo un síndrome de la impostora fundamentado, porque no soy escritora ni lo voy a ser nunca pero p’alante.

Desde el momento en el que escribe canciones, se le puede considerar escritora, crear letras es bastante complejo.

Sí, tiene otras cosas. Es más fácil porque son cosas más cortas, pero también tiene otra complicación que te limita más porque estás buscando una rima o que tenga una consonancia.

Este libro, su ópera prima, ¿es 100% autobiográfico o tiene algo de ficción?

Sí que es prácticamente todo autobiográfico, aunque algunas cosas las he llevado más a la metáfora y luego hay muchas cosas que están exageradas por mi recuerdo, porque era muy pequeña. También están las perspectivas, porque supongo que nada es verdad del todo.

Escribir esto en un contexto de estar yendo a terapia y de un bloqueo, ¿le ha resultado liberador? 

Creo que ayuda a ordenar y a ver qué cosas te preocupan. Yo creo que es un ejercicio muy bonito para cualquier persona, de hecho creo que cualquier persona puede escribir este libro a su manera para ver qué cosas te duelen y que quizás no sabías que te dolían hasta que las pones en papel.

¿Quién diría que es Chica Sobresalto y quién es Maialen Gurbindo?

Chica Sobresalto me la invento para poder dedicarme a la música porque siempre lo he querido pero cuando me subía al escenario sufría muchísimo. Es una de las cosas que más amo y que más me han hecho sufrir al mismo tiempo, entonces me invento a esta señora para ver si así me duele menos. Ahora, Maialen le tiene un poco de paquete a la Chica Sobresalto porque tengo que cargar con ella.

¿Y se ve en algún momento en el escenario como Maialen y no como Chica Sobresalto?

Creo que sí, de alguna manera ella se ha ido diluyendo, sobre todo desde el punto en el que rara vez ya sufro encima del escenario. Pero supongo que ella es Maialen. 

¿Cree que los diecinueve alter egos que describe en el libro forman parte de la persona que es Maialen? 

Sí, y muchas veces depende de la hora del día. Soy todas, soy ninguna y me da igual. Creo que nos centramos mucho en el autoconocimiento y en saber quiénes somos cuando realmente es más importante saber qué queremos, porque ser eres muchas cosas, y la búsqueda de adjetivos para una misma me la chufla. Me da bastante igual a cuál me parezco más, lo único que quiero es tener ganas de levantarme por la mañana.

Entonces, ¿cree que los adjetivos realmente no son necesarios para definir lo que uno es?

No tanto. Nos sentimos con mucha necesidad de decir ‘yo soy extrovertida’ o ‘yo soy introvertida’, pero al final esa etiqueta te cataloga y llega un punto que no sabes qué fue primero, si tu forma de ser o la etiqueta. Así que creo que es más sencillo dejarte fluir y pensar ‘me gusta estar con gente con la que tengo confianza, no me gusta estar con gente desconocida...’, más que catalogarte de una manera cuando eso también va cambiando y evolucionando. Creo que las emociones van mucho más allá de lo que el idioma puede abarcar, entonces hay veces en las que resulta absurdo y te acaba limitando.

De todas formas, el título del libro, El arte de ser mediocre, contiene un adjetivo. ¿Usted qué considera que es la mediocridad?

No tengo mucha idea, la verdad. Yo me considero una persona mediocre, considero que el libro que he escrito es bastante mediocre y me hace mucha ilusión haber hecho algo sin pretender ser la mejor o que esté increíble. Cuando estuve en Operación Triunfo, más que de la música, aprendí a no pretender ser nada que no fuera yo y a no intentar ser mejor que nadie. No quiero que nadie me diga que no soy mediocre, quiero ser feliz siéndolo. Prefiero tratar de aceptarlo que intentar cambiar la perspectiva que tengo de mí. 

Entonces, de cierta manera, todas las personas somos mediocres en algo. 

Sí, por supuesto. Creo que intentamos hacer aquello que se nos da bien, pero a mí por ejemplo me gusta mucho pintar y creo que soy la persona más mediocre del mundo. Disfrutar de estas cosas que hacemos mal y que no pretendemos hacer bien nunca es muy productivo, aunque parezca mentira. Creo que vivimos en una sociedad, en un momento en el que nos cuesta muchísimo decir ‘no sé’, y hay que reivindicar el decir ‘no sé’. Es importante tener autocrítica y estudiar o leer sobre lo que te inquieta y al mismo tiempo hay que aceptar la mediocridad y quererla, porque está bien.

Una frase que llama la atención del libro es “no le debo nada a nadie, ni siquiera a mí”, ¿cuándo y cómo llega a esa conclusión?

¿Sabes cuando pasas muchísimo tiempo queriendo decirle algo a alguien que crees que se lo va a tomar mal, y luego de pronto cuando se lo dices le parece estupendo? Has hecho un esfuerzo y has tenido que ensayarlo en el espejo y cuando se lo dices, a la gente no le parece mal, eras tú. No se lo debías a esa persona, te lo estabas debiendo a ti, tenías un compromiso extraño contigo y te estabas faltando a tu verdad más por ti que por el resto. Al final me di cuenta que yo creía que lo hacía por los demás pero no, lo hacía por mí, por una especie de compromiso horrible conmigo. 

Antes ha mencionado Operación Triunfo. Le tocó una edición extraña, con la pandemia de por medio, ¿qué ocurrió en su vida después de OT

El momento fue bastante violento porque salimos y, de repente, no podía hacer una vida normal y al mismo tiempo que la gente estaba más triste que nunca y que estaban ocurriendo cosas terribles, yo estaba viviendo mi mejor momento profesional, porque después de muchos años tocando venía gente a verme. Este sabor tan agridulce constante me volvió bastante loca.

¿Su paso por la música generalmente le ha ayudado o a veces ha podido ser un lastre? 

Las dos cosas. Cuando te dedicas a esto te pierdes cumpleaños, te pierdes rutinas con tus amigas, muchísimas cosas, y a veces tengo la sensación de que pierdo más de lo que gano, pero la adrenalina o el chute que me genera la música no lo he encontrado en nada más, así que si estoy ahí, es porque me compensa, pero es verdad que tienes que estar dispuesta a perder mucho y que es una profesión solitaria.

Pero en su caso le merece la pena.

En este momento sí. No sé si dentro de diez años me seguirá mereciendo la pena y ha habido momentos en los que he dudado, pero sí. 

Entonces, ¿por ahora tiene la intención de seguir dedicándose a la música? 

Sí, sí, sí. De hecho, ayer, volviendo del bolo, estábamos en la furgoneta proyectando dónde nos gustaría vernos y, realmente, lo único que teníamos claro es que de gira. Ojalá de la forma más cómoda y bonita posible, pero tocando seguro.