Patricia López Arnaiz (Vitoria-Gasteiz, 1981) encarna a Angustias en este montaje del dramaturgo y director de escena pamplonés. La propuesta de Sanzol, que acaba de renovar por cuatro años más al frente del Centro Dramático Nacional, se apoya por completo en el trabajo de las actrices y pone el foco sobre un aspecto quizás menos resaltado, y es que Bernarda también fue una Adela. Es una Adela muerta en vida. Víctima y verdugo a la vez.

Puede parecer que queda poco que contar de esta obra de Lorca, porque la hemos visto en muchas versiones, pero creo que a Alfredo Sanzol le ha dado una vuelta y ha puesto énfasis en otras cosas.

–Sí, y, bueno, nunca viene mal recordar. Al final, son obras que desgraciadamente todavía no pertenecen al pasado. Aunque la historia esté contextualizada en los años 30, es un tema muy actual, así que una revisión siempre viene bien, también para las nuevas generaciones. El de Lorca es un legado maravilloso y no caduca. Y, sí, en este caso, Sanzol ha hecho una propuesta muy personal que tiene su propia aportación a la puesta en escena.

¿En qué sentido?

–Algo que me ha dicho bastante gente después de ver la obra es que la propia puesta en escena hace que el texto llegue con más claridad, como si la atención se impregnara más del texto. La escenografía es conceptual y muy minimalista y la iluminación también. Hay muy pocos objetos en escena y lo principal somos nosotras, por eso creo que el texto cobra mucha fuerza. Además, creo que Sanzol ha dotado de cierto carisma a todas las hijas. Prácticamente todas las actrices estamos en la edad de nuestros personajes y eso se transmite. También hay una propuesta coreográfica y la música es electrónica. Así que se puede decir que el empaque está un poco está actualizado, pero el texto ha sido respetado casi al cien por cien tal cual lo escribió Lorca.

En ocasiones, las mujeres somos las peores enemigas de las mujeres, pero muchas veces, como en el caso de Bernarda, se debe a una educación impuesta generación tras generación con esa educación.

–Yo no creo que las mujeres seamos las peores enemigas de las mujeres. Lo que está claro, tal y como se ve en esta obra, es que el peor enemigo de las mujeres es el propio sistema, un sistema patriarcal en el que la mujer se ve como se ve, y Bernarda es una representación de él. En este sentido, Sanzol y Ana Wagener han trabajado en busca de una Bernarda más humanizada, en el sentido de que, aunque ella es la que pone voz a esa cárcel, como mujer también ha sido víctima de ese sistema. 

Por lo que ha comentado y lo vemos y oímos todos los días, la obra es totalmente actual. ¿Queda mucha tarea por hacer en este ámbito?

–Sí. Por eso es bueno revisarla. De hecho, en Madrid han venido muchos institutos y gente joven a verla y hay algo que sigue siendo reconocible. No deja de ser actual, no deja de haber unas limitaciones y obstáculos para nosotras, pero también hay que reconocer que, si miras atrás, ves que se están dando muchísimos pasos.

¿Cómo ha llegado a Angustias? ¿Qué es lo que mueve a este personaje?

–La verdad es que no deja de ser un descubrimiento. Angustias es una mujer de 40 años que sigue en casa de su madre, que no ha tenido novios nunca, que ha vivido el duelo de un padre, teniendo en cuenta que, en el caso de Bernarda, por legado de su madre y de su abuela, los lutos son de 8 años... La obra misma empieza así, arranca diciendo que no va a pasar el aire por aquí, o sea, que es una cárcel. Y, de repente, parece que a Angustias le ha venido Dios a ver, por decirlo de alguna manera. De repente, cuando posiblemente ya está abocada a seguir viviendo en ese microcosmos, a ser la siguiente Bernarda y a no formar su propia familia o pareja, le llega una propuesta de matrimonio de un hombre que, además, parece que está de buen ver. Imagínate, para ella es la oportunidad de vivir un proceso de individuación, de cortar ese cordón umbilical con la madre y con su sistema y de crear su propia casa.

Además, no sé si desde la ingenuidad o porque no quiere ver, se siente enamorada y querida.

–Lo estoy trabajando también desde el enamoramiento, pero un enamoramiento que parte de una inocencia, de una inmadurez y de un desconocimiento muy grandes. Es una mujer que no tiene experiencia; será, y esto ya es aportación mía, no porque no se haya fijado antes en ningún hombre, sino por Bernarda. Con su hermana Martirio pasó que su madre cortó la relación que estaba surgiendo con Humanes, así que, en el caso de que Angustias hubiera habido algún amago, la posibilidad habría sido totalmente amputada. Así que yo lo estoy haciendo desde un sitio en el que ella tiene una idea romántica. Todo parte de que, aunque hay muchos motivos por los que dudar y creo que a ella también le rondan, siente esta la oportunidad como la última, como si se jugara todo con esta relación. Y se agarra a ello como a un clavo ardiendo, escondiendo bajo la alfombra todos los ruidos que hay alrededor. Claro, avanzada la obra, entre el boicot primero de la madre y luego de las hermanas, ese ruido cada vez empieza a ser más grande, y, cuando parece que la boda va a seguir adelante, se descubre que él está siendo infiel y que su amor no es real. Y el desencanto y el dolor son enormes.

Tremendo. No tiene a quién recurrir.

–Hay muchas interpretaciones que dicen que Angustias solo quiere casarse para salir de esa cárcel, pero entonces no entiendo ese final. Yo creo que realmente siente una decepción muy grande porque piensa que está viviendo algo real, hasta que descubre que lo que le espera fuera no es mucho más prometedor que lo que tiene en casa de Bernarda. 

¿Cómo ha sido trabajar con Alfredo Sanzol?

–Alfredo es un hombre encantador, súper amable y que genera muy buen ambiente de trabajo. No amputa ni tacha, y en sus indicaciones no hay violencia. Te hace sentir su confianza, ha trabajado dándonos mucho espacio para que cada una llevara adelante su propuesta y su visión del personaje.

Hoy en día, una obra y una gira con 15 actrices en escena es un lujo.

–Está siendo genial por lo profesional y por lo personal. Con Ana Wagener y con Ane Gabarain ya había trabajado, somos amigas y eso ya era un motor enorme para animarme a hacer el proyecto. Pero al resto del elenco no lo conocía, hemos ido conociéndonos progresivamente y, ya cuando empiezas a girar, hemos pasado más tiempo fuera y juntas, comiendo, cenando, y la verdad es que es una suerte porque es un grupo de mujeres maravilloso a las que también da gusto ver evolucionar, cada una con el viaje de su personaje.

En los últimos años, la hemos visto en muchas series, películas... ¿Por qué teatro ahora?

–Porque tenía muchas, muchas ganas de hacer teatro. De hecho, cuando empecé a hacer audiovisual, que al principio no lo disfrutaba mucho, pensaba que era el camino para llegar al teatro, que era lo que me había vinculado a esta profesión, lo que me gustaba y de lo que disfrutaba. Y, bueno, me ha salido mucho más trabajo en audiovisual, pero yo seguía con muchas ganas, como invocándolo.

¿Y cómo ha ido la experiencia?

–Ha sido un esfuerzo grande a nivel profesional y personal, porque el ritmo ha sido muy intenso. No es comparable a hacer un protagonista en las jornadas de audiovisual, que son larguísimas y tienes una implicación que desapareces de tu vida personal, pero sí algo parecido. Me he tenido que ir tres meses fuera de casa, como libraba solo un día a la semana no me daba tiempo a volver... Y también se me han cruzado cosas de trabajo, pero estoy muy contenta.

Habitualmente interpreta a mujeres con conflictos internos, con aristas, en lucha. ¿Cómo escoge los papeles? ¿Va buscando este tipo de personajes más complejos?

–En un principio me dejo llevar más por la impresión a la hora de leer el guión. No siento que busque algo en concreto, aunque sí quiero personajes que tengan entidad y a los que les pasan cosas, no uno que esté apoyando lo que le pasa a otro. Luego, el guión tiene que gustarme, por supuesto. Desde luego, cuanta más complejidad tengas en el texto, más gozoso va a ser el trabajo.

"El peor enemigo de las mujeres es el propio sistema"

Tiene una relación estrecha con Navarra, ya que ha trabajado con Fernando González Molina, David Ilundáin, Imanol Rayo, y ahora, el próximo 10 de mayo, va a estrenar ‘Nina’, el segundo largo de Andrea Jaurrieta.

–Sí, sí, Navarra tiene una buena cantera. En nada estrenamos Nina y ahora estamos con la promoción de la película; a ver qué tal le va.

¿Qué me puede decir de esta protagonista?

–Es un personaje duro, muy duro, la verdad. Y fue una experiencia dura para mí, porque es una mujer con mucho sufrimiento. De hecho, aunque también duda, ese impulso de venganza que siente y que le hace capaz de coger una escopeta es porque su herida, su dolor, es proporcional.

Pues parece que ya toca que la llamen para una comedia. 

–(Ríe) Claro, sí, sí, me apetece también intercalar trabajos más ligeros en el sentido emocional. Es que, si no, al final estás todo el rato moviendo energías dolorosas, tristes, lo que también me encanta, pero intercalar esos trabajos con otros sería lo ideal. Aunque, si lo pienso, igual soy difícil para comedia, en el sentido de que, a veces, me cuesta reírme. Pero me encantaría encontrar un proyecto chulo, que me gustara mucho y que fuese comedia. Es algo que me queda por por probar todavía.