Entre el 1 de abril y el 31 de julio, en Navarra se abre una época en el calendario muy esperada para muchos cazadores. En estas fechas, se permite la caza de ejemplares machos, en el conocido como rececho de primavera. Aunque este animal también se puede cazar en la Comunidad foral entre el 15 de agosto y el 28 de febrero, es en esta estación del año cuando los machos presentan sus cuernas bien desarrolladas y, por lo tanto, un gran número de cazadores salen a los montes en busca de estos cérvidos. Se trata, además, de una afición que va creciendo año a año, con cada vez más participantes, gracias, sobre todo, a que se trata de una especie que posee una distribución total en Navarra.

El corzo, Capreolus capreolus, es un pequeño y ágil cérvido que se encuentra ampliamente distribuido en Europa y en diversas partes de España. Este elegante animal se caracteriza por su tamaño compacto y, en el caso de los machos, por portar cuernas cortas y robustas, que mudan anualmente. A pesar de su apariencia delicada, el corzo es una especie adaptativa que prefiere los bosques y paisajes mixtos, con cobertura vegetal, zonas de matorral y áreas de ecotono.

En muchas áreas del país, la población de corzos se mantiene estable gracias a los esfuerzos de conservación y gestión llevados a cabo por las administraciones, en colaboración con el sector cinegético. Sin embargo, esta especie afronta diversas amenazas que ponen en riesgo su supervivencia a largo plazo en algunos enclaves. La fragmentación y destrucción de su hábitat natural, debido al desarrollo urbano y agrícola, es una de las principales amenazas para el corzo, ya que la pérdida de áreas boscosas y de cobertura vegetal adecuada limita su capacidad de dispersión y reproducción.

Hay otras dos razones que también tienen su influencia en la evolución de las poblaciones de corzo. Por un lado, se encuentra la problemática de la caza furtiva. Aunque en todas las regiones existen normativas que regulan su aprovechamiento cinegético, la acción de los cazadores furtivos continúa siendo un problema que afecta negativamente a esta especie en determinadas zonas. De hecho, esta práctica ilegal puede tener un impacto significativo en la dinámica poblacional del corzo.

Por otro lado, los accidentes de tráfico constituyen asimismo para los corzos un serio riesgo que va en aumento. A medida que crece y se desarrolla la actividad humana y la construcción de vías de comunicación, estos animales se ven obligados en muchas ocasiones a cruzar las carreteras, provocando siniestros con atropellamientos fatales. En Navarra, precisamente, se lleva observando durante los últimos años un preocupante incremento en este tipo de accidentes. Se trata de un fenómeno que se vincula a diversos factores, como el aumento de las poblaciones de estos animales y su actividad natural de búsqueda de alimento y pareja, lo que los lleva a cruzar carreteras con mayor frecuencia.

Además, el establecimiento de nuevas infraestructuras viales y la expansión urbana han contribuido a la fragmentación de los hábitats tradicionales del corzo, por lo que el riesgo de que estos cérvidos se topen con vehículos en su camino ha ido creciendo de la mano de este desarrollo de la actividad humana. Estos siniestros, obviamente, no solo representan una amenaza para la vida de los corzos, sino también un grave peligro para la seguridad de los conductores.

Ya desde la pandemia de la COVID-19 se reportó un notable aumento de las poblaciones de corzo en Navarra, debido, principalmente, a la reducción de las labores cinegéticas. Como se recuerda, el Gobierno de Navarra no incluyó a la caza en su lista de actividades esenciales durante ese período y, como consecuencia, el control poblacional de todas las especies cinegéticas se suspendió, con graves repercusiones tanto a nivel medioambiental, como en lo referido a los daños en la agricultura. En esos meses, con las carreteras prácticamente vacías, los accidentes disminuyeron. Pero cuando la sociedad regresó a sus rutinas, se encontró con unas poblaciones sobredimensionadas, con el consiguiente riesgo de un incremento en los accidentes de tráfico por atropellos a animales.

Muchas carreteras en Navarra atraviesan hábitats naturales de corzos y de otros animales salvajes, aunque son las vías secundarias y las que poseen los trazados más antiguos las que son especialmente más propensas a registrar este tipo de siniestros viales con fauna. Los corzos tienden a moverse en busca de alimentos y parejas, sobre todo en la época de celo. Su actividad se intensifica al amanecer y al atardecer, coincidiendo en muchas ocasiones con períodos de alto número de vehículos en las carreteras.

Según los datos aportados por la Policía Foral, en el 2019 se registraron en Navarra 1.058 de este tipo de accidentes (955 por atropellos a animales salvajes y 103 a animales domésticos), en tanto que, en el 2021, la cifra se elevó a 1.125 (1.106 animales salvajes y 109 domésticos). Para poner esta información en contexto, los siniestros por atropellos a animales fueron en ese año 2021 más del 21% de los accidentes de tráfico en la Comunidad foral. Si bien el gran protagonista de esos accidentes es el jabalí (causante de más de medio millar de siniestros anuales en las carreteras en Navarra), el corzo es el segundo animal que más impacto presenta en los accidentes viales, ocasionando unos 300 al año. Las áreas de mayor incidencia incluyen carreteras como la NA-132-A (Estella-Vitoria) y la NA-134 (Tudela-Mendavia), que han visto cómo en los últimos años han aumentado significativamente los atropellos a animales de especies cinegéticas.

Para que estos siniestros no aumenten, es vital que se dé una correcta gestión del control poblacional del corzo, que se lleva a cabo, principalmente, a través de la caza regulada. Esta práctica busca mantener un equilibrio entre la población de corzos y su hábitat, evitando así la sobreexplotación de los recursos naturales. A esta labor de los cazadores hay que sumar los esfuerzos que se realizan para mitigar los impactos del desarrollo humano en las poblaciones de corzo, como la creación de corredores ecológicos. Por último, desde el colectivo cinegético navarro se defiende que, para contar con una población saludable y sostenible de estos cérvidos, es fundamental su seguimiento y monitoreo, gracias al cual se puedan tomar decisiones sobre su gestión que estén motivadas por la situación real que viva el corzo en cada momento. Para obtener esos datos, se utilizan técnicas tales como el muestreo de huellas, las observaciones directas y el uso de cámaras-trampa, con las que se evalúan la salud, la distribución y el tamaño de las poblaciones de corzos.

En Navarra, la gestión del corzo busca mantener una estructura poblacional equilibrada, con una proporción adecuada de machos, hembras y ejemplares juveniles. Por esta razón, se establecen cuotas de caza específicas para cada categoría, con el fin de regular la población y mantener su sostenibilidad. La actividad cinegética contempla distintas modalidades de caza, como la espera o el rececho, así como batidas organizadas, cada una con sus propias técnicas y regulaciones específicas.

Aprovechamiento culinario

  • Despiece. El despiece del corzo se realiza siguiendo métodos tradicionales que maximizan el aprovechamiento de su carne. Cada parte del animal se utiliza de manera óptima, evitando su desperdicio.
  • Sabor y textura. La carne de corzo es apreciada por su sabor suave y delicado, así como por su textura tierna y jugosa. Estas características la convierten en un manjar culinario muy codiciado.
  • Recetas tradicionales. En la cocina tradicional, la carne de corzo se emplea en una gran variedad de recetas, como estofados, asados y guisos. Estas preparaciones resaltan su calidad y sabor único, convirtiéndose en platos exquisitos.