Como vecina de Lerate me preparo un año más para sufrir la temporada de verano. Hace poco más de un mes, y como otras muchas veces, pero esta vez a través de unas mediadoras con las que trabajamos, solicitamos una vez más que por favor nos ayudaran a minimizar la temida masificación que se viene produciendo en este pueblo durante el verano, evitando la publicidad en los medios de comunicación.

¡Qué ingenuidad pensar que alguien nos iba a hacer caso! Como todos los años aquí estamos, en primera plana con una noticia de la que se hacen eco todos los medios y llega a miles de personas.

Pero todos tranquilos. Parece ser que a partir de este año, y bajo el palio protector y benefactor de la bandera azul, todos nuestros problemas que como aldeanos ignorantes que somos no hemos podido solucionar en estos 30 años de turismo, se van a terminar. Este año no vamos a tener que recoger basura ni excrementos, ni sufriremos contaminación acústica ni de ningún otro tipo, ni vandalismo, ni aglomeraciones, ni noches sin dormir, ni perros sueltos, ni coches mal aparcados, ni broncas ni borrachos haciendo rallies por la carretera,… Y la flora y la fauna ya no van a tener que preocuparse de nada porque el medio ambiente va a estar requeteprotegido. Este año los visitantes van a cambiar y van a ser educados y silenciosos, se van a llevar la basura a su casita, y no sabemos dónde, pero van a dejar mucho dinero. Por lo que parece, vecinos, no vamos a tener que preocuparnos de nada.

Bajo la exitosa venta de la bandera azul que promete un desarrollo “sostenible” y una “protección medioambiental”, palabras escuchadas hasta la saciedad ya que parece ser que el uso frecuente de ellas es indispensable para que te la den, se esconde un ambicioso plan de desarrollo turístico de la zona del Embalse de Alloz –PSIS– que se lleva años trabajando y que poco o nada ha tenido en cuenta la opinión de los vecinos de estos pueblos, excepto para rellenar el expediente.

No me queda muy claro quién sale beneficiado de todo esto. Mi pueblo está claro que no. El Benidorm de Guesalaz, como le llaman algunos, no recibe ningún beneficio ni económico ni de ningún otro tipo, pero a cambio tiene que, además de lidiar con los problemas anteriormente citados, ceder los pocos terrenos de comunal que le quedan –el 90% del mismo ya se cedió hace 100 años y está bajo las aguas del pantano– y de particulares para la instalación de infraestructuras, la última una nueva depuradora que ha tenido que hacerse para asumir las aguas residuales de las más de 1.000 personas que se añaden en el verano solo al camping, sin contar los visitantes. Y ahora además vamos a tener que salir a gastos con nuestros impuestos del coste que supone la bandera azul. Y todo esto escuchando reproches de insolidaridad y boicot si en algún momento hemos dicho no a alguna de las propuestas.

Nos quieren convencer que el turismo sostenible evita la desaparición de los pueblos, fomentando el desarrollo económico y favoreciendo la estabilización de la población, pero aquí nada de eso ha ocurrido en estos años. La población va en descenso y, como ejemplo, de tres casas rurales que se han abierto, ninguna por vecinos, solo permanece abierta una. Y nos tendría que hacer reflexionar –algo poco habitual hoy en día– ver cómo en lugares que han vivido del turismo están echando el freno, –véase Canarias, Barcelona o Binibeca en Menorca– y aquí sin embargo se pone el pie en el acelerador.

Hasta lo que yo he podido constatar en estos años, y con los proyectos en marcha que se siguen proyectando desde despachos y por personas que muchas de ellas no viven aquí, llevamos camino no solo de la no conservación del entorno, sino de la expulsión del mismo de los habitantes que residen en él.

Ah, no, perdón, que ya nos han concedido la bandera azul...