Menos mal que los dos partidos que conforman el Gobierno vasco habían llegado a un acuerdo para rebajar la tensión en la gresca de diseño sobre el macrocentro de refugiados que pretende levantar el Ejecutivo español en Gasteiz. El pasado viernes, el secretario general de los socialistas vascos, Eneko Errequeerre Andueza, proclamaba en Radio Popular que no se arrepentía de haber acusado a sus socios de xenófobos y de utilizar un discurso cercano a la extrema derecha por haberse mostrado contrario al proyecto de granja de seres humanos que han rechazado todos los partidos políticos, las organizaciones que trabajan a pie de obra con personas acogidas y, desde luego, los vecinos del lugar donde se pretende ubicar semejante mamotreto.

Como argumento definitivo, Andueza esgrimía el nerviosismo electoral del PNV. Lo divertido es que, prácticamente a la misma hora en que el individuo espolvoreaba la especie, se publicaba el Sociómetro que apunta un reforzamiento de la formación de Andoni Ortuzar en las principales instituciones de los tres territorios, con EH Bildu mejorando también sus expectativas y con el PSE desinflándose agónicamente. En el territorio alavés y, más concretamente, en su capital, donde se pretende imponer lo que todo el mundo rechaza, los resultados augurados a los socialistas son entre regulares y malos. Nada apunta a que el empecinamiento en defender contra la opinión política y social mayoritaria la construcción de unos corrales gigantes para refugiados vaya a mejorar el pronóstico. Pero el PSE de lo suyo gasta. Si cree que esa es la fórmula, adelante con los faroles.