Testigo de una época, la historia de la fábrica de harinas San Miguel de Etxarri Aranatz es también la de una pequeña industria en el medio rural durante los 40 años del franquismo en una comarca en plena transformación. Gracias al trabajo de un grupo de personas, un libro ha recogido esta historia. Se presentará este viernes a las 19.00 horas en la casa de cultura de Etxarri Aranatz. El motor y coordinadora de esta publicación es Juana Mari Jauregi Flores, nieta de Aniceto Juaregi Mozo, el impulsor de esta empresa familiar que comenzó su actividad en 1935 y cerró sus puertas en 1976. “Es parte de la historia de mi casa y de Sakana”, observa.

Esta etxarriarra comenzó en 2005 a dar pasos para que este testimonio no cayera en el olvido. “No me veía capaz de escribirlo yo sola y busqué ayuda. En el camino he encontrado muy buenos ayudantes”, cuenta. De la parte histórica y técnica se ha encargado Víctor Manuel Egia Astibia, especializado en historia y patrimonio industrial. Asimismo, ha contado con la colaboración de Marian Mendiola Barandalla, sobre todo en la composición de libro, al igual que Zuriñe De La Cueva Aiestaran, fue fundamental en la web. También han colaborado Nicolás Arbizu Gabirondo, de Iturmendi; y Ekhi Etxeberria Kaiuela, que han aportado documentación que tenían recopilada sobre la cultura agrícola y ganadera de Sakana. “Yo he estado encima de todo, coordinando, pero la ayuda de estas cinco personas ha sido fundamental”, destaca esta etxarriarra, descendiente de una estirpe de molineros. Arrendatarios de los molinos de Urdiain, Bakaiku y Arbizu, en plena República se embarcaron en crear su propia empresa, de las primeras en Etxarri.

En euskera y castellano, a lo largo de 227 páginas, el libro cuenta con dos partes principales. La primera está escrita por Egia, que ubica a la familia a principios de XVIII en Bidania (Gipuzkoa), y hace un repaso a la historia de la molinería en Navarra. Asimismo, explica el conocido como sistema austrohúngaro de molienda, que sustituyó las muelas de piedra por rodillos metálicos e incorporó motores eléctricos. “El novedoso sistema era capaz de separar el salvado del endosperma del grano de trigo y mediante plansíchteres y sasores para el cernido y purificación, conseguir una harina más blanca y fina; toda una revolución en el sector ”, explica Egia. Los Jauregi no quisieron perder esta oportunidad. El padre de Juana Mari, Gabriel, que contaba con el título de jefe técnico de molinería, realizó un curso de contabilidad y tenedor de libros por correspondencia. “El padre, Aniceto, y los dos hijos se lanzaron a la aventura de la creación de una, entonces moderna, fábrica de harinas que pusieron en funcionamiento en diciembre de 1935”, apunta este historiador. La capacidad de molturación a pleno rendimiento era de 6.000 kilogramos de trigo al día.

Si bien la guerra paralizó en gran medida la actividad, la producción se normalizó con los años, siempre controlada por el Servicio Nacional del Trigo, creado en 1937 y vigente hasta 1987 con la liberación del sector. “Este organismo imponía los precios y lugares donde comprar el trigo y después los precios de venta de las harinas, con frecuentes inspecciones a los libros de cuentas o al contador de la actividad del motor que ponía en marcha la maquinaria con objeto de conocer el tiempo que las máquinas habían trabajado”, observa. No en vano, eran años de hambre y la harina era un producto fundamental.

La harinera de Etxarri es también un valioso testimonio de la gestión de una empresa familiar en el ámbito rural, una fábrica en la que todos los miembros arrimaban el hombro. Del funcionamiento de la harinera se encargó, hasta que tuvo fuerzas, Aniceto, junto con sus dos hijos Gabriel y José. El primero también llevaba minuciosamente todas las labores administrativas y contables mientras que su hermano se encargaba del transporte y distribución de la harina. Entonces los sacos de trigo pesaban 80 kilogramos y los de harina 100. A partir de los años 70 la economía del sector harinero comenzó a tambalearse. “Muchas harineras fueron cerrando su actividad de forma voluntaria y finalmente el Ministerio de Industria decidió el cierre y achatarramiento obligatorio de casi todas las fábricas en 1976 para reconvertir el sector”, observa Egia.

La segunda parte de la publicación se centra en el entronque y relación íntima que tuvo la harinera como actividad industrial en una sociedad eminentemente agrícola y ganadera. Asimismo, recoge testimonios orales de personas mayores que hablan sobre la fábrica y la agricultura de entonces. Se completa con un anexo con documentación recopilada y fotografías familiares, de la fábrica y de su maquinaria. Algunas de estas informaciones se encuentran también en la web www.sanmiguelirinfabrika.eus.

El libro se podrá adquirir el viernes en la presentación y también en librerías de Sakana y Pamplona. Asimismo, se presentará el 29 de abril en Bakaiku, el 6 de mayo en Arbizu y una semana después en Lakuntza.

Donación del fondo documental

El edificio de la harinera se derribó en 2007 para albergar nuevas viviendas en su solar. Entonces, Juana Mari recogió toda la documentación, maquinaria y materiales. El libro de registro de operaciones de fábrica y 22 cajas de archivos fueron entregados en 2018 al Archivo Administrativo de Navarra para su custodia y acceso a investigadores e historiadores. La maquinaria, de gran valor patrimonial, fue depositada en un almacén del Ayuntamiento de Arbizu mientras se valoraba algún proyecto de reutilización o restauración. Muchas de las máquinas, restauradas por Rufino Unzilla, se encuentran en Rufino Erakuslea, en Etxarri.