“Para el pueblo de Orbara, éste es un acontecimiento único y seguramente irrepetible. (…) Este homenaje ha salido del corazón de todos y todas“. Así quiso agradecer este fin de semana la pequeña localidad de Orbara, en el valle de Aezkoa, la labor de entrega y dedicación que ha brindado la vecina Juanita Elizondo Tellechea durante toda su vida a sus vecinos y vecinas. Un merecido homenaje familiar, entrañable y cercano que abarcó unos bailes de Pipirripi Dantza Taldea, una ofrenda floral y una entrega de obsequios y diplomas conmemorativos, y que terminó dejando sin palabras a una agradecida centenaria que oficialmente cumplirá sus 100 años el próximo 28 de noviembre.

Y es que esta mujer nacida en Casa Txomin de Orbaizeta en una familia de 9 miembros no es amiga de ostentaciones ni honores, ella simplemente se regocija con el cariño recibido de quienes han sido sus vecinos desde que tenía 19 años. “¿Para qué tanto? He tenido buenos vecinos y me he llevado siempre estupendamente. Algo les tengo que agradecer yo a ellos”, expresa.

DE ARMAS TOMAR

Como muchas mujeres rurales a las que les ha tocado sufrir la vida dura del campo, Juanita es una persona cargada de vitalidad: sigue siendo muy activa, es totalmente autónoma y ella sola se prepara la comida. “Por las mañanas me levanto, abro las ventanas, preparo el fuego, me aseo, me doy crema, barro el suelo y desayuno”, expone. Después viene una trabajadora familiar a limpiar la casa y completa el resto del día con la visita rutinaria de sus sobrinos, ahijados, otros familiares o vecinos. Porque, en verdad, es una verdadera gozada charlar con una persona tan sabia, con tantas vivencias a sus espaldas y con su particular sentido del humor.

De carácter fuerte, Juanita es lo que hoy llamaríamos una mujer empoderada, luchadora y feminista, pues ha sido fiel defensora de los derechos de la mujer en una época donde imperaba el machismo. “Yo he sido un poco bruta, no he consentido que se burlase de mí ningún hombre y las hermanas no nos hemos dejado pisar nunca. He estado muy bien de soltera; los que me pretendían no valían la pena, eran muy simples”, dice entre risas. Más aún, su afición por la lectura y por la actualidad, le reafirma en su condición de mujer cargada de sabiduría, con juicio propio y de ideas convincentes. De hecho, se declara abiertamente “navarra vasca” de izquierdas y lee cantidad de libros sobre política, memoria histórica, religión o novelas modernas.

DAR SIN RECIBIR

Juanita nació en Orbaizeta hace ahora 100 años, en casa Txomin, donde vivían sus padres, 5 hijas y 2 hijos. De su infancia recuerda pasar ratos con sus primas de Casa Juamperez, jugar con aros y también que estudió y aprendió francés de los 11 a los 14 años en un colegio municipal de París, a donde fue acompañando a su tía, que trabajaba allí como modista. Pero, sobre todo, si algo recuerda de aquellos años es que había mucha “beharra” (necesidad). Eran años difíciles, de guerras y de miserias, en las que había que salir adelante como fuera.

Cuando tenía 19 años, una mujer de la Casa Pedroarena de Orbara murió, dejando a un marido y seis hijos, por lo que la madre de Juanita, muy íntima de la difunta, vino a Orbara a ayudar. Al arrimo, Juanita acabó viniendo para llevar las riendas de la casa y cuidar de los hijos, hasta convertirse en un miembro más de la familia.

Desde entonces y hasta hace bien poco, toda su vida la ha dedicado a los demás. Además de hacer las faenas de la casa como las mujeres de antaño, también le tocó cuidar del ganado –tenían terneros y borregos -, hacer las hierbas, ir a recoger agua al río o recoger patatas. Incluso, hasta hace siete años, también se ha encargado de cultivar la huerta. “Nunca he cobrado ningún sueldo porque yo no era la criada, aunque algunos de fuera me llamaban así. Yo todo lo hacía por gusto”, reconoce. También por gusto ha pasado horas y horas acompañando en el hospital a enfermos, ya fueran de la familia o del pueblo, y siempre ha estado dispuesta a ayudar en lo que hiciera falta. Porque, por suerte, ella siempre ha gozado de una buena salud. “Será la raza, mis hermanos vivieron hasta bien tarde”, apostilla.

Tal y como se dejó constancia en el homenaje, Juanita es y ha sido una mujer ejemplar, de esas que lo ha dado todo sin pretender recibir nada a cambio. Todo un orgullo para su gente y para su pueblo, que le acogió con los brazos abiertos y que ahora le devuelve todo su agradecimiento.