Otsagabia ha celebrado este sábado un año más Orhipean, una fiesta que traslada a los visitantes a vivir el día a día de 1900 en la localidad. Para ello, los vecinos se meten en el papel, vistiendo trajes y luciendo peinados de la época para acudir a los oficios recreados en las puertas de las casas y las calles y plazas de la localidad del Pirineo. Las hilanderas, el barbero y dentista, la escuela, el matatxerri, la indumentaria salacenca, las lavanderas, el pastoreo... Todos los rincones de la capital del Valle de Salazar guardan la magia de la tradición y la cultura. 

Las más veteranas se han hecho hueco en las puertas de las casas para ejercer de hilanderas y costureras. “Participo desde que se empezó a celebrar Orhipean. Me inicié como lavandera en el río, pero ahora ya nos vamos retirando por la edad. En esta labor siempre nos dejan a las veteranas, es más difícil poner a las jóvenes a hacer ganchillo o punto”, ha explicado la costurera Lourdes Cía. “Aquí tenemos muestras pequeñas, pero tengo hechas cubiertas de cama, servilletas y visillos”, ha añadido.

Pero entre tanta tradición Lourdes también ha hecho hueco a la modernidad. “Es que hay que renovar”, ha dicho entre risas mientras mostraba una funda de ganchillo que le hizo a su nieta para el teléfono que “igual a alguno le interesa”.

A su lado estaban situados los esquiladores que, tras retirarle la lana a las ovejas, se la pasaban a los compañeros que la axolaban. “Se soltaba el colchón del año anterior y se repartía la lana por el suelo. Con una vara de avellano se golpeaba para ahuecarla y una vez hecho, se volvía a introducir en la tela y se cosía. De esta manera tenían por lo menos un año más el colchón mullido”, ha aclarado Martintxo Vicente Landa, que recreaba lo explicado junto a un compañero. “En este puesto relevo no va a faltar porque a los chavalicos del pueblo les encanta venir a pegar a la lana con la vara. De hecho, he traído unas cuantas para cuando vengan después de la escuela y me pidan”, ha añadido.

La corporación del Ayuntamiento ha desfilado por las calles de Otsagabia para lucir las indumentarias salacencas de la época. Los solteros vestían de rojo en las festividades y los casados de negro. En las mujeres, las solteras llevaban medias blancas y las casadas negras. Con la corporación desfilaban también dos unaias, vaqueras que vestían dos de negro con dos faldas hasta los tobillos y tapadas completamente.

En lo más alto del pueblo, antes de entrar a la iglesia una familia secaba las bainetas colgadas alrededor del fuego que cocinaba unas txistorras y pancetas para el almuerzo. En el interior de la iglesia permanecieron Amelia Iriarte y Anamari Goyeneche rezando arrodilladas durante una hora.

Lo han hecho delante de nueve velas de tres tipos: “Las blancas se ponían cuando se morían los niños. Las cuadradas grandes negras el día que se moría un adulto, y luego las llevaban todos los domingos del año a misa. Lo mismo con las pequeñas, pero estas se ponían durante todo el año todos los días en el rosario”, han explicado. Entre tanta recreación de tradiciones, el pan que lucía cortado en la iglesia no estaba puesto para la ocasión, sino que los vecinos de Otsagabia continúan compartiéndolo en misa: “Es una tradición que se sigue haciendo aquí todos los domingos. Van rotando por las casas, lo trae el que quiera y al final de la misa se comparte”, han afirmado.

Con la llegada del mediodía, el cura de la localidad ha visitado el consultorio médico para rezar el Ángelus junto al doctor y las hermanas que le ayudaban. “Nos han dado suelta para un fin de semana y nos aparece el padre a controlarnos y nos ha mandado con el doctor”, han bromeado interpretando sus papeles de monjas las hermanas Iciar y Mariví Arizaleta.