La pastelería Malkorra es sin duda una de las visitas obligatorias del Valle de Baztan. Conocido especialmente por su chocolate, este establecimiento familiar está de celebración y es que este año se cumplen 100 desde que abrió sus puertas en 1924. Todo comenzó cuando el fundador, Raimundo Malkorra, se trasladó de Donostia a Elizondo y abrió aquí la pastelería Malkorra.

De hecho, Raimundo Malkorra y su mujer, Martina Otaegui, fueron también los fundadores, en 1886, de la conocida pastelería Casa Otaegui de Donostia. Ahora, más de 100 años después, ambas pastelerías siguen gozando de muy buena fama. Actualmente, una decena de personas se dedican a preparar con esmero todo tipo de delicias que endulzan los paladares de quienes se acercan al local ubicado en la calle Santiago de Elizondo.

Malkorra ofrece un variado surtido de productos artesanos; pasteles, pastas, tartas, turrones, bollería, helados… y su especialidad más destacada, el famoso urrakin egiña, delicioso chocolate con avellanas.

Para repasar estos 100 años de trayectoria y conocer más de cerca la realidad de Malkorra, María José Alaña, Inés Larruy, Kontxita Sanchiz y Pello Alaña intentaron hacer un repaso mental de la trayectoria de la pastelería hasta el día de hoy y recordar a todos sus familiares que han pasado por la pastelería.

Según cuentan, el fundador, Raimundo Malkorra, estaba casado con Martina Otaegui, que era la prima de la “amatxi Visitación” de los actuales responsables. Cuando la pareja llegó a Elizondo, “trajeron a la amatxi de Azpeitia”. Así, Visitación Aizpuru comenzó a trabajar en la pastelería que al principio se ubicaba en la actual calle Jaime Urrutia, hasta que el 1 de diciembre de hace 25 años se trasladase al local actual.

Con el transcurso de los años, Raimundo Malkorra tuvo una hija, la “tía Feli”, como la recuerdan. “La tía Feli de Malkorra, de toda la vida” dicen sonrientes María José e Inés. “Mimaba a todos los críos pequeños” cuentan con cariño.

Con el buen funcionamiento del negocio, y como les hacía falta más gente, trajeron a la “tía Dolores”, también de Azpeitia, que es la que más estuvo en la tienda. Así, el negocio familiar se fue poco a poco ampliando. 

Además de pastelería, recuerdan, “antes también era un ultramarinos, tostadora de café… Se hacían chocolates que eran como unas tablas chiquiticas de Pedro Mayo, caramelos… Era un poco de todo, ¡Hasta salón de té!”. Echando la memoria atrás, cada vez se van acordando de más detalles y familiares que han jugado un papel importante durante este centenar de años. Kontxita Sanchiz, quien más recuerdos conserva, cuenta que “al salón de té aquel, solían venir parejicas. Solían venir cada 15 días, que se hacían mercados. Y después, los gizones invitaban a las mujeres”.

Inés Larruy, Pello Alaña, María José Alaña y Kontxita Sanchiz en la pastelería Malkorra de Elizondo. Ondikol

Desde los primeros años de la pastelería, ya se elaboraban los resbalones, pastas de almendra, los marinos, los rusos, el hojaldre y todas las tartas, excepto la de frutas y el pastel vasco. En cuanto al famoso urrakin egiña, “es más reciente, de hace 60 años así”.

Y es que, aunque lo clásicos se mantengan, cuentan que “los gustos van cambiando y hay modas. Ahora por ejemplo están tirando mucho las tejas, que antes no hacíamos, o el txantxigorri también” explican. Aun así, en Malkorra siguen manteniendo la esencia del principio. “La forma de trabajar los pasteles y las pastas es como antes, las fórmulas del proceso de elaboración son más o menos las mismas. Materia prima, mano de obra artesana… se hace como toda la vida” aclaran.

Otro de los imprescindibles de Malkorra y que muchos baztandarras recordarán es el “bollo suizo y chocolatín, que solían merendar todos los críos”. De hecho, desde Malkorra, han querido mostrar su agradecimiento al valle por el “apoyo de toda la vida”. Creen que han sido los baztandarras quienes “han hecho la mayor propaganda, mandando el chocolate por aquí y por allá”. Y es que, según admiten, su chocolate ha llegado a lugares como México, Nicaragua, Islas Martinica o China.

En cuanto a la celebración del centenario, de momento no tienen nada pensado, aunque afirman que “alguna señal habrá que hacer”. Al preguntarles sobre el futuro o el relevo generacional, en cambio, se muestran bastante inciertos. “Nunca se sabe”, responden, “nos daría pena que se dejara, pero si acaba, será porque se tiene que acabar y lo entenderíamos”.