Mientras Naranjito ultimaba los preparativos de su chándal para el Mundial del 82 y las demandas de divorcio comenzaban a acumularse en los juzgados, un grupo de jóvenes tudelanos decidieron unirse para formar una nueva peña que respondiera a sus inquietudes sociales, culturales y políticas para, de esa manera, poder llenar el tremendo vacío que existía en aquella ciudad que aún vivía el susto del 23-F.

Miembros de la peña Beterri durante los actos de celebración del 40º aniversario que tuvieron lugar en junio. | FOTO: M.A. GALILEA

Era febrero de 1982 cuando alrededor de 40 tudelanos procedentes en buena parte de la antigua peña Los Camastrones –ubicada en la calle La Higuera– comenzaron con las reuniones que desembocarían en la creación de La Beterri. “Primero nos juntamos en El Tazón gente que habíamos estado en otras peñas y sociedades gastronómicas”, rememora José María Blanzako, uno de los miembros fundadores.

La idea cuajó, se le dotó de nombre –en euskera quiere decir ‘pueblo de abajo’– y comenzó la búsqueda de una sede. “Compramos esta casa con mucho esfuerzo, en la calle Serralta número dos y empezamos a acondicionarla con mucho trabajo porque estaba prácticamente derruida”, comenta Iñaki Bergara, otros de los socios históricos de la peña.

Pero la sede no era una casa cualquiera. Propiedad de la familia Gamen, muy conocida en Tudela y de gran tradición carlista, tenía además el pedigrí de haber sido, según algunos estudios, la casa natal de Miguel Servet. “Lo que sí parece seguro es que aquí estuvo censada su madre”, reitera Blanzako. Tanta historia tenía, databa de principios del siglo XVIII, que en las obras de recuperación apareció una tinaja con una boina roja, unas monedas y una pistola.

Aquella Tudela era casi un desierto cultural para unas administraciones sin demasiada independencia del Gobierno de Navarra y donde en las fiestas “todo era sota, caballo y rey”. Los socios recuerdan que “había un vacío cultural en Tudela enorme. Los ayuntamientos democráticos empezaban a trabajar y el de Tudela hacía corridas y encierros y para de contar”. Uno de los primeros esfuerzos de la peña Beterri fue la de tratar de conseguir que la gente se vistiera de blanco: “Poníamos carteles en los bares del Tubo en los que se leía ‘Vístete de blanco’ porque no se vestía ni Dios”, explican. La apertura política significó también una apertura social. El mayor cambio significó el pasar a vivir la fiesta en la calle”, continúan detallando. Aquel 24 de julio de 1982 nació de forma oficial la peña Beterri y Tudela comenzó a llenarse de una variada programación que ha conseguido mantener el listón a lo largo de los años.

No se puede obviar que en el terreno político también supuso un cambio en Tudela, ya que era la primera peña a la que se le atribuía una ideología determinada. “Los principios que defendemos se centran en la defensa de la cultura vasconavarra. Era un denominador común y nos daba un carácter unitario. Éramos gente que coincidíamos en algunos aspectos políticos, culturales y de folklore”, comentan. A este respecto, la política ha dificultado, más que ayudado, en su devenir histórico por los difíciles momentos que se han vivido y la equivocación de identificar un idioma y una cultura con una línea política: “Lo pasamos mal cuando mataron a Miguel Ángel Blanco en Ermua. Las pasamos canutas. Empezaron a llamarnos por teléfono con amenazas y a lanzarnos octavillas en las que decían ‘Estos son los vascos, los etarras”.

Olvidados los malos momentos, lo cierto es que de sus manos han surgido muchos proyectos que luego han continuado adelante. El atletismo (antiguo Muskaria y actual club Ribera Atlético), el deporte rural, el equipo de fútbol, el de baloncesto, el zanpanzar, las carreras ciclistas, la trainera, el coro, los partidos de pelota, las ferias de artesanía, el Olentzero... y tantas otras iniciativas han nacido del esfuerzo de sus componentes. Pero si algo está marcado a fuego en el recuerdo de los jóvenes tudelanos son los grandes conciertos de La Orquesta Mondragón, Mecano, Barricada o Joan Manuel Serrat.

De los casi 40 socios iniciales, se ha pasado a más de 200 que conforman la peña en la actualidad. Además, desde hace unos años, ha entrado a formar parte de la dirección gente más joven que ha consolidado un “necesario” relevo generacional. Miguel Domínguez, uno de los nuevos responsables, reconoce la importancia de contar con la gente joven, “pues tarde o temprano van a ser ellos los que tiren del carro”. De igual manera, los primeros socios celebran una renovación que asegura la supervivencia “del gran legado sociocultural de la asociación”.

Como ellos mismos señalan, “nuestra presencia en Tudela ha sido constante y responsable. Hemos cooperado con innumerables asociaciones y entes de todo tipo, incluido el Ayuntamiento, habiendo penetrado en el entramado popular de nuestra ciudad. En fin, el reto lanzado en estos 40 años se ha conseguido. Seguiremos en esa línea como parte activa de la capital de nuestra vieja Tudela”.