La dinámica de los encierros de Tafalla volvió a repetirse: una carrera rápida, de 2’28”, y peligrosa, con un herido por asta y otros cuatro por contusiones y erosiones. Sin embargo, fue una carrera distinta, ya que uno de los toros, Gallo, no logró pasar las pruebas médicas la noche anterior. De esta forma, salieron solo cinco de los hermanos. 

A las nueve en punto sonó el estruendo del cohete. Las puertas de los corrales se abrieron y una decena de mozos, vestidos de blanco y con el periódico en mano, citaron a los animales. Parecía que el ganado se negaba a dar comienzo al último encierro. Quizá veían con pena el fin de las fiestas de Tafalla. Tardaron diez segundos en decidirse a salir. Fueron dos cabestros los que llevaron la iniciativa. 

La recta de la avenida Severino Fernández la hicieron rápida. Al principio, en los primeros 30 metros, juntos. Uno de los morlacos, de nombre Bienpeino, amagó con desviarse a un lateral al ver a un mozo cerca, pero enseguida reaccionó y siguió a sus hermanos. A medida que avanzaba la carrera se fueron separando y Matapulca, un toro de pelaje negro y veloz, se adelantó y tomó la cabeza de la manada, amenazante y gritando: “¡Llevo peligro!”. Fue el primero en llegar a la curva de la Farola. Tras él aparecieron sus hermanos y se produjo el primer susto de la carrera. Matachiches, un cárdeno muy claro, avanzó un poco de lo que iba a perpetrar más tarde en la carrera. Un corredor que se encontraba recorriendo la curva, decidió apartarse y subir al vallado. Una vez allí, de espaldas a la carrera y agarrado a la madera, el toro cárdeno, que ya había entrado en la curva, se acercó hacia él y por unos pocos centímetros no le cogió con el cuerno derecho.

En la avenida Sangüesa, el ganado se dividió en tres grupos. El morlaco negro siguió en cabeza, muy separado del resto. Por detrás, tres de sus hermanos galopaban en formación triangular, ofreciendo a los corredores la posibilidad de hacer buenas carreras a su lado. En última posición se encontraban los cabestros junto al morlaco cárdeno. 

Matapulca se ha distanciado de sus compañeros desde la avenida Sangüesa. Era el toro más bravo de los cinco de este encierro, aunque como versa el refrán: perro ladrador, poco mordedor. El toro ha abierto camino a la manada en la curva de la Estación, donde apenas quedaba gente porque Matapulca los ha dejado atrás. Juguetón, Marcado y Bienpeino, los dos castaños y el sardo, han continuado la carrera con no tanta fiereza, pero muy enfilados hacia los corredores. 

El último astado, Matachinches, parecía el más tranquilo por ir el último desde el inicio del recorrido, pero la ganadería Sobral ha querido que los encierros terminaran de la misma forma que empezaron, con mucho peligro. Pasada la curva de la Estación, ya comenzada la recta final, el toro cárdeno se ha topado con un mozo de camiseta roja al lado del vallado izquierdo que ha caído al suelo. En cuanto lo ha visto, lo ha arrastrado durante varios metros y lo ha dejado tendido en el suelo. Los cabestros, que iban por detrás, han pasado casi desapercibidos ante el efecto Matachinches.

La recta final, por fortuna, no ha presentado más percances. Los tres toros del centro han alcanzado al morlaco negro y alguno se ha estampado contra el vallado. Los corredores no querían entrar por la puerta de la Plaza de Toros porque se percibía el peligro. Seis segundos después, Matachinches llegó con la misma fiereza con la que se le había visto antes. La ganadería Sobral hizo que por las espaldas de los mozos cayeran gotas frías. En la plaza, los cinco astados han esperado la llegada de los cabestros para meterse por fin en los corrales. 

Cinco heridos

Daniel Menéndez ha sido uno de los testigos del incidente del morlaco Matachinches: “Iba muy bien encaminado, pero le han puesto la zancadilla y se ha caído. El toro, en cuanto lo ha visto, ha agachado la cabeza y se lo ha llevado por delante”, ha explicado.

P.G.R. fue el joven de 21 años que ha sufrido la herida por asta del morlaco en el muslo izquierdo y ha sido trasladado al Hospital Universitario de Navarra. Además, el equipo médico de la enfermería del coso tafallés ha atendido a P.G.A. por un golpe en el codo izquierdo; a A.J.R., por un raspazo en el cuello posterior izquierdo; a M.M.U., pamplonés de 21 años, por un tirón en el cuello, y a A.V.B., pamplonés de 48 años, por un tirón muscular en la parte posterior del muslo derecho.

Balance de los encierros

Los encierros de Tafalla han terminado tras una semana repleta de emociones, peligro y buenas carreras. En la primera jornada hubo un herido por asta de toro. En la segunda, dos morlacos se dieron la vuelta y la carrera duró cinco minutos. El tercer y el cuarto, protagonizados por la ganadería de Macua, trajeron la calma. Los corredores pudieron disfrutar de unos animales más pequeños, pero que brindaron la posibilidad de hacer carreras cómodas y bonitas. No hubo ningún herido de gravedad. El penúltimo encierro no dejó indiferente a nadie. Uno de los morlacos, Visión, cayó al suelo y permaneció tumbado 30 segundos. Y para cerrar las fiestas de Tafalla, el último encierro fue muy bien... hasta que llegó la recta final. Un mozo fue embestido y corneado. El encierro dejó a cuatro heridos más, que fueron atendidos por contusiones y erosiones. 

Pedro Arzoz, responsable del servicio de Socorro de Tafalla, ha valorado de forma general los encierros: “En estos seis días solo hemos tenido cinco o seis incidencias fuertes. De hecho, los encierros, dentro de lo que cabe, han sido tranquilos. Hemos tenido suerte con que no haya ocurrido nada demasiado grave y esté todo controlado”.

De esta manera, Tafalla cierra un año más los encierros; esta vez con peligro y quién sabe lo qué deparará dentro de un año.