Para quienes amamos los Sanfermines el día catorce siempre tiene un aire de tristeza y nostalgia. Lo que no podíamos imaginar es que desde este año va a quedar ligado para siempre a la marcha de una persona extraordinaria: Maxi Beperet Aizkorbe. Después de haber disfrutado de las fiestas con toda intensidad, como siempre sabía hacerlo él. En estos tiempos que se habla de hacia dónde deben caminar los Sanfermines, él (y muchas más personas como él, claro, muchos Maxis en muchas peñas, sociedades y asociaciones) representaba unos valores que seguramente seguirán siendo valiosos en el futuro. En primer lugar, y ante todo, la generosidad, en lo material y en el trabajo. En su mesa, en sus mesas (en el Anaita, en Gazteluleku, en Lagun Artea ) siempre había sitio para alguien: amigos y amigas, viejos conocidos, viajeros esporádicos En ellas nos hemos conocido muchas gentes que también nos hemos hecho amigos. Porque para que tantos actos y encuentros salgan adelante es imprescindible gente como Maxi, capaz de meter miles de horas para que todo esté a punto en su momento. En estos tiempos en que todo se mercantiliza, reivindicar ese trabajo generoso y desinteresado, aunque parece casi contracorriente, es ir a la esencia de las fiestas, y por extensión, a lo que somos como sociedad.

Esa generosidad llevaba también capacidad de acogida y de atención. Porque Maxi no se limitaba a conocer mucha, muchísima gente; es que se preocupaba por muchas de esas personas. Tenía amigos de siempre, del fútbol, de Sanfermines, de la ciudad. Pero después también podía ser amigo de los hijos y las hijas, y después conocer a los nietos y nietas, e ir a verles un partido o interesarse por ellos. Así que tenía amigos y amigas de todas las edades. Amistad de la sincera, de la de estar al tanto de alguien cuando las cosas van mal dadas, llamar, visitar, escuchar. Porque la fiesta también es eso, aprendemos con los años: no dejar a nadie atrás, no dejar a nadie fuera.

A Maxi le recordaremos siempre con su sonrisa eterna, con su alegría constante. No una alegría superficial, sino la alegría de alguien que sabe gozar con todas las pequeñas cosas que nos da la vida. Sonrisa, alegría y espíritu conciliador, que no le impedía poner en su sitio a quien hiciera falta. Porque también ha sido, como tantos de su generación y de las siguientes, persona crítica, implicada, apoyando muchas causas perdidas.

No podría escribir esto si Maxi lo fuera a leer, porque no le gustaba el protagonismo. Todo lo anterior Maxi lo hacía sin darse importancia, simplemente porque quería. No es mala lección que nos deja ahora que tanto se valora el protagonismo rápido y superficial. Gugan zaude, Maxi, ez zaitugu ahaztuko. Eskerrik asko, adiorik ez.