¡Se ha muerto Rodolfo!

Así le he trasladado a Jone la noticia del fallecimiento de mi amigo y compañero Rodolfo… Rodolfo Ares Taboada, para más señas. Aquel hombre que siempre estaba en la sede del PSE-PSOE, en Bilbao, y que, a lo largo del tiempo, terminó por convertirse en mi amigo. (Compañero es el que acompaña, o hace compañía; sin embargo, amigo es casi, casi, el que ama). Pero, más allá de los papeles y destinos que compartimos, fuimos amigos que de vez en cuando nos reíamos juntos, incluso viajábamos juntos con nuestras familias a las tierras cántabras en donde descansaba del ajetreo diario que soportaba en Bilbao. Llegaba el primero a su trabajo y salía el último. Como si se tratara de un guardián, nada escapaba a sus inquietudes, de tal modo que a quienes queríamos enterarnos de lo que sucedía en el PSOE, nos bastaba con que estuviéramos cerca de él para conseguirlo. Alguna vez me dijo que era un “animal político”, que es un término bastante usado, y yo aceptaba aquel término de forma mecánica, aunque luego sus palabras me demostraban que no tenía nada de “animal” porque su socialismo estaba anclado en la versión más humana.

Él sabía que era mediante el ideal socialista como la sociedad podía liberarse de sus ataduras, y que los ciudadanos debíamos convencernos de que, como reaba una canción de moda en aquel tiempo, “aquí cabemos todos o no cabeeee ni Dios” (Víctor Manuel). De modo que, en sus manos y dominios, los socialistas estábamos bien administrados, siendo su virtud más acendrada la constancia. Su compromiso social y político no cabía en un mero marco (político), ni en esa especie de cuadro que algunos partidos políticos usan para decorar sus dependencias, aunque no siempre para influir y alimentar sus ideologías. Además, igualmente cultivaba el orden en la organización del partido, pues no en vano siempre fue un cuidador del “aparato” del Partido, pues bien sabía, como sabemos todos, que el “aparato” ayuda a conservar y divulgar las esencias de un partido, y que sin tal aparato, las formaciones políticas se disgregan, y convierten sus esencias en polvo de muy escasa consistencia.

Era mi amigo… A veces he escuchado a alguno de esos desacreditadores de la política que abundan tanto ahora que los “partidos” solo son grupos formados por interesados en mantener la espuriedad (conveniencia poco fundamentada, según el diccionario) de las ideologías o las formaciones políticas. Quieren dar a entender que las ideologías vienen a satisfacer los caprichos de quien dice ostentarlas y que obedecen a meras utilidades personales. Quienes conocimos y tratamos a Rodolfo Ares sabemos que su compromiso social y político guió siempre sus pasos y su vida, que era difícil sorprenderle en un acto de mero disfrute, y que había momentos de recreo, de los que él también disfrutaba, que se veían interrumpidos por los múltiples compromisos a los que le obligaba su militancia política.

Formó parte del Gobierno Vasco hasta el año 2012. Puesto a formar parte del Gobierno Vasco, no le bastó una consejería de escasa importancia —aunque en cualquier gobierno toda responsabilidad sea importante—; él se hizo cargo de la siempre difícil Consejería de Interior en la que era necesaria mucha entereza y decisión, tanta como ética y decencia. También ahí fue un importante baluarte. En todo caso, fue lo que en aquellos momentos se llamaba un “animal político”, por eso tuvo que compaginar sus puestos en las consejerías vascas con las portavocías en las instituciones, con las concejalías en su querido Ayuntamiento de Bilbao, y en el Parlamento Vasco… Esto sólo era posible por su gran capacidad de trabajo, y porque su compromiso con el socialismo y con el PSE-PSOE simpre fueron su obligación más acendrada, el pacto social que él había firmado con la sociedad, a la que quería dotar de las mejores características, como socialista y como persona.

Este artículo no pretende nada especial. Mi emoción, cuando he conocido la muerte de mi compañero Rodolfo, y sobre todo, amigo, me ha hecho brotar algunas lágrimas llenas de sentimiento… Porque también le recuerdo en momentos divertidos, bailando en lasfFiestas de la Rosa, cuando tanto él como yo mostrábamos nuestra torpeza en la danza. (Menos mal que la alegría que emanaba de la fiesta, y quizás algún “traguillo”, nunca excesivo, servían para justificar nuestro desorden). Y le recuerdo cuando, en medio de una celebración festiva, acudía a requerir de alguno alguna obligación casi inmediata, porque es antes la obligación que la devoción, y la Fiesta de la Rosa no pasaba de ser una devoción anual.

Y bien… He tenido la suerte de conocerle, de conocer a un hombre entero —Rodolfo Ares Taboada—, que fue uno de los primeros militantes socialistas y por tanto, del PSOE (no hay otros), que me dio la mano y, con ella, la bienvenida al Partido Socialista. Me enseñó algunas cosas, y seguro que yo le enseñé alguna a él. Sobre todo, me enseñó a persistir, a no cejar en el noble empeño de hacer del socialismo una ideología útil para todos… Y me enseñó, y demostró, que en la política comprometida y activa no caben los postureos, ni los posicionamientos acomodaticios, ni los subterfugios dialécticos… Me enseñó que ser socialista es mucho más que, meramente, pertenecer al PSOE.

Te imagino, querido Rodolfo, con tu mujer, Rosa, ahí: ella sonriendo y tu proponiendo lo que debe hacerse ahí, donde estéis. Yo estoy un poco triste porque te has ido… Pero infinitamente contento y satisfecho por haberte conocido, haber compartido nuestra obligación moral contigo, y haber disfrutado aquí de tu compañía.