Mi chica! ¿Cuando vas a venir a Arrieta? Era tu frase estrella, la que te definía como la gran jefa que eras. Porque no era una invitación, era una orden!

Eras una auténtica etxekoandre, el centro de la casa, el nexo de unión de una extensa familiar pero también uno de los referentes del pueblo, del valle de Arce/Artze, y ¿por qué no decirlo? de toda la montaña. ¿Quién no recuerda las largas tertulias con familiares y amistades de María en Úriz, Saragüeta, Lusarreta o Imízcoz? Siempre había tiempo para compartir. Se nos ha ido con casi 97 años una mujer irrepetible. Una mujer adelantada a su tiempo. Fuiste una hermana mayor que abriste camino al resto de tus ocho hermanas y hermanos en ese Lakabe donde ya inventasteis una vida en comunidad solidaria, generosa y alegre. Fuiste una madre, abuela, bisabuela, tía y amiga tan atenta y protectora como alegre y diferente. 

Tu experiencia, tu sabiduría siempre estuvieron al servicio de los demás, con el corazón abierto, sin juzgar demasiado, sincera, directa, sin artificios, huyendo de estereotipos sociales. 

Siempre pendiente de todas y todos, y con algún detalle entre las manos en sus visitas: unas lechugas de la huerta, un trozo de queso con membrillo, unos huevos, unas truchas cuando se vendían en las Ventas de Arrieta... Si te proponías pintar podías reproducir los paisajes de tu tierra con un talento innato con unos ojos que todo lo veían. Y si había que organizar en media mañana una comida para quince tus manos no tenías límites, lo importante era juntarse.

Dicen tus hermanas que de joven preferías montar en el macho para ir a Aoiz a cambiar garbanzos por corderos o trabajar en el campo a hacer otras tareas en la casa de Ederrena. O organizar las mejores fiestas en Lakabe, en Burlada o en Arrieta. Iba con tu estilo, con ese sello propio de sencillez y autenticidad del que tanto hemos aprendido.

Te fuiste con la misma dignidad con la que luchaste. Viviste como quisiste y tuviste la suerte de tener al lado a una familia que acompañó hasta el final. Menuda suerte! Una vida rodeada de naturaleza, de animales, de praderas y aire puro. Supiste convertir Arrieta, el pueblo donde te casaste, en un segundo paraíso después de Lakabe.

Tenías poco de convencional para haber nacido en 1927. Quizás porque fue una década de esperanza, de sueños y utopías, en el que la humanidad creía haber aprendido la terrible lección de haber vivido la I Guerra Mundial y la violencia, y confiaba en un futuro prometedor con nuevos avances tecnológicos. Es curioso, te has ido casi un siglo después en otros años veinte llenos de incertidumbre que asoma a una nueva etapa de desarrollo con las mismas luces y sombras. 

Gracias María por ser tan bella, tan grande, tan fuerte. Sabemos que estás en la casa de la Virgen de Orreaga con las puertas muy abiertas. Te queremos tanto como tu nos has querido. Mila esker!.

 Ana Ibarra en representación de todos tus sobrinos, nietos y sobrinos nietos