Adiós Alfonso. Tudela te necesita, ahora más que nunca. Necesita de tu templanza, serenidad, discreción, bondad, de tu escucha y reflexión. Hay tópicos que retorcemos hasta que nos los acabamos creyendo para hacernos la vida más sencilla como aquel de “nadie es insustituible”; pero no es cierto. Tú lo eras; lo eres, Alfonso. Llegaste a Tudela huyendo del Madrid sitiado y bombardeado del No Pasarán para engrandecer esta ciudad con tu calma, tu sabiduría, tus reflexiones y tu modestia. La ciudad necesita de tantas de las condiciones que te adornaban que deberíamos tener una calle, una sala, un parque, un espacio que llevara tu nombre para, al menos, con esa escusa, poder repetirlo de vez en cuando y que, al hacerlo, se extendiera como una nube tu capacidad de escucha, de reflexionar siempre desde la calma, de mantener la serenidad. Ahora más que nunca. Hasta entonces solo podremos susurrarlo y decirlo en corrillos quienes tuvimos la suerte de conocerte para elogiar tu figura.

Qué metáfora tan trágica que desaparecieras en las faldas del Moncayo, una montaña que da nombre al cine que tanto visitaste, que tanto enriqueciste y en el que tantos aprendieron escuchándote. Es imposible olvidar cómo te escuchaban actores y directores noveles y veteranos cuando entablabas con ellos una conversación. Cómo argumentabas cuando una película te gustaba o cuándo no te había llenado, aunque siempre valorabas el trabajo realizado. Nunca lo decías sin argumentar, todo lo sostenías en razones que detalladamente explicabas. “El cine es una meditación sobre la vida, un reflejo de la vida”, me dijiste en una entrevista hace dos años donde aprendí de tu vida repasando momento a momento, gracias al homenaje que decidió hacerte el cine club Muskaria, tu otra gran familia que, también, queda rota, partida y huérfana, como Gloria, Ana, Lola y Gloria. Gracias a ese merecido homenaje pudimos agradecerte, al menos, todo lo que nos habías dado en tus 88 años, y pudimos conocerte un poco más.

Alfonso Verdoy, en una comparecencia en 2002.

Alfonso Verdoy, en una comparecencia en 2002. Archivo

Su forma de ser callada, discreta encontró perfecto acomodo en Barcelona, donde estudió y conectó con la cultura, con todo tipo de cultura, una pasión que ya no dejaría el resto de su vida. Allí vio su primera obra de teatro, de Adolfo Marsillach, exposiciones, toros, arte… y a su vuelta a Tudela chocó con otra realidad: “recuerdo que, al día siguiente de volver, entré en un bar y el que venía le dijo al camarero, que tenía tres dientes de oro, ‘oye boca de hierro ya me pondrás una cerveza… y le contestó el camarero ‘¡tócame los cojones boca de hierro!’ y pensé, ¡qué contraste!, lo recuerdo perfectamente”, contaba con esa sonrisa suya socarrona que nunca terminaba en carcajada.

En aquel 1967 cuando volvió a su Tudela entró en el cine club Muskaria donde comenzaban los debates sobre cine, pero también sobre política, aunque hubiera Dictadura. Años más tarde trasladaría su amor por el cine a cientos de alumnos con los que grababa cortos y también imágenes de cómo era Tudela en aquellos 70 y 80. El cine, escribir, la filosofía, la bicicleta y los toros, junto con su familia, sus grandes pasiones. Recuerdo la presentación de su libro en Tudela El toreo. Arte y Mito, cómo fundamentaba su pasión por los toros, como la justificaba y como argumentaba ese amor que nació desde niño ya que con 16 años iba a citar a los astados al Ventorrillo. Su pasión y su forma de razonar desde el origen del hombre era algo que, estuvieras o no de acuerdo con él, te llevaba como si fuese el flautista de Hamelin.

Ése era su poder, el de la palabra, escrita y hablada, y todo gran poder conlleva una gran responsabilidad que él portaba con gran discreción, otra de sus grandes virtudes. Desde ayer el cine Moncayo no será lo mismo. Perdimos hace justo cinco años a Rafa Sánchez y ahora tu ausencia lo convertirá en un espacio frío, sin alma, que solo recuperará cuando se apaguen las luces y se encienda la pantalla. ¡Cómo me gustaba comentar contigo las películas de los nuevos directores que cada año llegaban a Tudela! ¡Cómo agradecía tus comentarios y alabanzas! Trataré, en algún momento de hacer ese guion que siempre decías que guardaba dentro de mí.

Adiós Alfonso. Ha sido un placer. Tudela te necesita.