Fue el rector del Santuario de Urkiola quien ordenó ubicar la mole encontrada en las cercanías en la plazuela el 29 de noviembre de 1929, es decir, que no era un meteorito caído del cielo, sino algo más banal que divino o litúrgico. 

Ha llegado el momento. El enigma, lo trascendental, lo extraterrestre, lo casamentero de dar vueltas a una piedra de Urkiola, se viene abajo con el hallazgo de un simple recorte de periódico. El investigador iurretarra Jon Irazabal Agirre ha encontrado un periódico en el que se da a conocer quién colocó la piedra allí donde está y cuándo fue. La persona que ordenó que se ubicara en la plazuela actual fue el rector del Santuario de Urkiola, Benito Vizcarra Arana, hermano del histórico sacerdote franquista que consiguió que el denominado Día de la raza pasara a llamarse Día de la Hispanidad

Volviendo al tema que nos ocupa, la fecha, como queda dicho, fue el 29 de noviembre de 1929. Es decir, en cuatro meses cumplirá 93 años en la ubicación. 

Irazabal investigaba un asunto de Patrimonio y para ello consultaba unos recortes de periódico del archivo del Santuario abadiñarra. De pronto, y por casualidad, encontró una noticia recortada de La Gaceta del Norte de 1929 en la que se dejaba impreso para la historia que Benito Vizcarra había colocado una piedra “en la campa o plazuela de la iglesia”.  

De hecho, este religioso vizcaíno era escritor y publicaba diversos trabajos tanto en el periódico citado como en Vida Vasca entre 1928 y 1956. En el caso de la información sobre la roca que tanto revuelo sigue creando cada año, salió publicada el miércoles 4 de diciembre de aquel mismo año y curiosamente como parte de una noticia en la que se citaba la extraña muerte de un hombre que apareció sin vida en este puerto de montaña con un cuaderno de notas sin escrito alguno.

El periodista de la época explicó las características de la roca que se instaló a modo de monumento: “Se trata de un conglomerado de piedras y piedrecitas y cantos y fósiles de innumerables clases que en forma tan particular se han mezclado y juntado con cemento no artificial”.

Una imagen antigua de la piedra de Urkiola.

Una imagen antigua de la piedra de Urkiola. IBAN GORRITI

Irazabal estima que este rector tenía una “gran sensibilidad” por todo lo que tenía que ver “con la cultura, historia, estudios…” sobre la comarca vizcaína de Durangaldea. “Le llamó la atención la piedra y la llevó a ese lugar”, resumió. 

El escueto titular que encabezó la noticia es también curioso: “Una fenomenal tortuga”. Y es que la forma también llamó la atención del reportero, “devoto antoniano”, como firmaba. “Unos dicen que se parece a un erizo; otros que a un topo; otros que a una paloma durmiente; otros que a un oso fatigado y rendido”, señalaba.

El autor insiste en que “el incansable rector” halló el “conglomerado” en un monte próximo y lo trasladó a la plazuela con el objeto de que “lo examinen tanto geólogos, ingenieros y estudiantes que durante el año acuden al Santuario”. Y es, precisamente, en ese momento cuando la creencia heredada hasta la fecha de que pudiera ser un meteorito comienza a coger fuerza. “Ya tienen, pues, allá un campo de estudio los que se dedican a los megalitos o aerolitos o meteoritos, etcétera, etcétera”, apostillaba en su crónica. Es decir, ni meteorito en castellano ni tximistarri en euskara, ni existe un número de dar vueltas fijo ni en qué sentido. Según el día, según a quién se le pregunte. 

De hecho, el fallecido párroco del Santuario de los Santos Antonios, Joseba Legarza, nunca quiso entrar en el juego de decir cuántas vueltas dar o si era para pedir pareja o para prorrogarla. “Nunca me ha gustado ese tema. Nunca he hecho caso a la piedra”, daba testimonio quitando importancia al respecto el misionero lekeitiarra, que falleció en noviembre de 2017 a los 86 años. El recordado Legarza fue el autor del libro La sinfonía incompleta de Urkiola en 1999, o Urkiolako otoitz liburua.  

El rector, el abadiñarra Benito de Vizcarra, instaló la roca donde hoy aún se venera. Hay quien opina que en un momento dado se movió unos metros su emplazamiento. Sobre las creencias que aún se mantienen, una teoría que algunas personas apuntan podría ser que se sacó a la calle una tradición que existía en la iglesia. En aquel tiempo, las mujeres acudían a los Santos Antonios “a pinchar agujas en un lienzo que había en la sacristía” para buscar marido. “Aquellas mozas que colocaban agujas con cabeza blanca pedían al santo novio rubio y las que pinchaban de cabeza negra, morenos”, explica Irazabal, quien cede todo protagonismo de este importante hallazgo a Vizcarra y al equipo del Santuario que mantienen “un rico archivo de recortes periodísticos”.

Como curiosidad, las encargadas de la limpieza de la parroquia de Santa Ana de Durango aseguran que en la festividad de San Antonio de Padua, es decir, el citado 13 de junio, había mujeres que también acudían a este templo con agujas. “Poca gente lo sabe a día de hoy, pero aquí en Santa Ana también hay un San Antonio y se cumplía con esa tradición”, aportan.

Irazabal asegura que con este recorte de prensa se desmonta “toda una leyenda, un hito al que en su día tampoco se le dio importancia y que, con el tiempo, la piedra es portada de periódicos”, y va más allá: “Entonces fue una mera curiosidad geológica”. Otra curiosidad al respecto es que, como se ha apuntado, Benito era hermano de Zacarías de Vizcarra, el citado famoso euskaldun internacional de la España franquista que bautizó el Día de la Hispanidad. Mientras tanto, su hermano escribía la Reseña histórica multisecular del Santuario de los Santos Antonios de Urkiola. En este conciso estudio que data de 1932 y que se publicó en Vitoria-Gasteiz, no hizo referencia a la famosa piedra de 1929.