Después de leer Esperando al diluvio se entiende muy bien la opinión sobre Dolores Redondo del ya desaparecido escritor y referente de la novela negra española Carlos Ruiz Zafón, quien la calificó de “la reina del thriller literario”. Entre los años 1968 y 1969, el asesino al que la prensa bautizaría como John Biblia mató a tres mujeres en Glasgow. Nunca fue identificado y el caso todavía sigue abierto hoy en día. En la trama de esta novela, a principios de los años 80 el investigador de policía escocés Noah Scott Sherrington logra llegar hasta John Biblia, pero un fallo en su corazón en el último momento le impide arrestarlo. A pesar de su frágil estado de salud y contra los consejos médicos y la negativa de sus superiores a que continúe con la persecución del asesino en serie, Noah sigue una corazonada que le llevará hasta el Bilbao de 1983, justo unos días antes de que un verdadero diluvio arrase la ciudad. “La elección del escenario obedece no tanto a querer poner en una novela a Bilbao como a que yo debía una novela a Bilbao. Contar las riadas de 1983 era algo que estaba en mi memoria y sabía que en alguna novela iba a salir”, reconoce sonriente la escritora donostiarra residente en Navarra.

PERSONAL

Nacimiento: Donostia, 1969, pero vive en la Ribera de Navarra.

Formación: Estudió Derecho y Restauración gastronómica, aunque su profesión es la de escritora.

Trayectoria: Es autora de la Trilogía del Baztán, el fenómeno literario en castellano más importante de los últimos años. Las tres entregas, El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta han llegado a millones de lectores.

Adaptaciones cinematográficas: Entre 2017 y 2020 se estrenaron con éxito las tres adaptaciones cinematográficas, actualmente disponibles en Netflix. En 2019 publicó La cara norte del corazón, donde regresó al universo del Baztán, cuya adaptación se planea como serie televisiva en Hollywood, lo que constituye un hito de la ficción española contemporánea.

Premios: A la trilogía le siguió Todo esto te daré, en torno a los secretos de una antigua familia de la Ribeira Sacra, con la que logró el Premio Planeta 2016. 

De Glasgow a Bilbao buscando al mismo asesino en serie, ¿tanto se asemejan ambas ciudades?

En aquel momento Glasgow era algo más decadente, estaba peor que Bilbao, porque siendo cierto que la crisis estaba llegando a todas las ciudades industriales de España –por supuesto que en el Reino Unido, y en Glasgow en concreto, estaba ya–, Bilbao se seguía sosteniendo por el transporte marítimo, por la construcción de barcos y por el intercambio de mercancías con el Reino Unido. Pero al final habría sobrevenido la crisis, como en el resto de las ciudades, así que sí se parecían: eran dos ciudades decadentes. La heroína hacía estragos, las tensiones políticas de los escoceses con el Reino Unido eran manifiestas; ellos tenían otros problemas como las bandas, y además la ciudad estaba muy mal, porque justo cuando se estaban demoliendo gran parte de los edificios que tenían aluminosis y hongo negro, dentro de un plan integral para remodelar Glasgow, les sobrevino la crisis, que dejó muchos solares reventados durante años, llenos de escombros, y otros muchos vacíos, sin nada. Aquello ofrecía un aspecto desolador, parecía que hubiera ocurrido un bombardeo.

"Aunque esta sea una novela negra, también lo es histórica”

Sitúa usted Esperando al diluvio en el Bilbao de 1983, ¿por qué? ¿Solo por la nostalgia de sus vivencias personales en el Bocho? ¿O porque pensó que la realidad de 600 litros de lluvia llorando aquel 26 de agosto de 1983 sobre la Villa en un solo día era lo más parecido a un diluvio?

Desde luego que lo fue. Además, es la primera vez que salgo de un escenario más rural, que son los que me suelen gustar, los de la Trilogía del Baztán, o de Todo esto te daré, con la que gané el Premio Planeta. Es verdad que ya fui a una ciudad en mi anterior novela, La cara norte del corazón, que ocurre en un Nueva Orleans totalmente destruida por el huracán Katrina, sin comunicaciones, con un asesino que venía operando siempre en sitios rurales, en medio de grandes catástrofes, huracanes, tifones y tornados, lo que aprovechaba para atacar a sus víctimas y así pasar desapercibido en una ciudad sumida casi en la edad de piedra. Pero sí que es la primera vez que me voy a un escenario urbano de los que tradicionalmente son de novela negra, porque Bilbao en aquel momento lo reunía todo para ser ese decorado con aspecto tenebroso que no tiene nada que ver con el actual. Porque Bilbao entonces tenía las fachadas oscurecidas por el humo que se vertía desde las acerías, desde los talleres que había en las orillas de la ría, que estaba muy sucia porque no había control de vertidos. La contaminación, algo que hoy nos preocupa tanto, era consecuencia de la implosión industrial que había habido y de la expansión terrible de gente que llegaba de todas partes y que había obligado a que la ciudad creciese de un modo descontrolado. Hay un momento en el que el policía Noah, mientras sube la Ría en la proa de un barco, dice: “Pareciera que la ciudad, no sabiendo hacia donde crecer, hubiese supurado hacía todas partes sin saber cómo”. Había sufrido un crecimiento extraño, errático, anómalo, contaminante, sucio, oscuro. Por otro lado, las circunstancias políticas y sociales no se diferenciaban mucho de las del resto del país: tensión policial y política, crisis industrial y económica, y la droga haciendo estragos en el País Vasco y en todas partes. Es un escenario perfecto.

¿Puede que la novela encubra su carta personal de amor secreto a Bilbao? En la narración hay amor, odio y miedo, pero las precisas descripciones que usted hace del Bocho, ¿no son las de una enamorada?

Es cierto que podría haber retratado un Bilbao más bello, el de nuestros días, pero ese está al alcance de todos. Quizás el milagro no sea ser perfecto, sino ser capaz de cambiar, y esta Villa ha sido capaz de hacerlo. En esa evolución, en ese ser un patito feo y convertirse en el hermoso cisne que es hoy Bilbao, es donde reside la magia, el encanto y la lección. Porque, sin duda, Bilbao es una lección para muchos lugares del mundo. Y de sobra sabemos que han venido dirigentes de todo el planeta para ver y aprender cómo se hace.

Leyendo sus relatos siempre nos preguntamos, ¿qué es más tremebunda, la realidad criminal o su vívida imaginación sobre los crímenes y los criminales? ¿O sus relatos son un ensamblaje bien articulado de ambas?

De verdad que es más cruda la realidad; es infinitamente peor. Es cierto que suena duro narrar cuando alguien está falleciendo como consecuencia de una agresión, pero es algo que ocurre todos los días en nuestra realidad, así que, por supuesto, la realidad supera con creces a la ficción.

La escritora donostiarra afincada en Navarra, con su nueva novela entre las manos.

La escritora donostiarra afincada en Navarra, con su nueva novela entre las manos.

Parece saber más de crímenes y de los recovecos íntimos de los criminales que ellos mismos. ¿Cómo se consigue este conocimiento, solo con imaginación o con horas de investigación y búsqueda de datos?

Hay una gran documentación en esta novela en todos los aspectos, porque aunque sea una novela negra es también una novela histórica. Hay un montón de aspectos, empezando por el propio asesino, que es en teoría alguien que podría estar vivo y que ha podido estar operando durante muchísimos años. Y luego hay otros muchos puntos en la novela que son históricos. El mismísimo diluvio que asoló la ciudad, todo lo que tiene que ver con la enfermedad que sufre Noah, toda la documentación referente a la cardiología ha sido intensísima y maravillosa. He contado con alguno de los mejores cardiólogos de este país que, además, vivieron aquellos momentos. Porque si la criminología ha evolucionado en estos años de una manera extraordinaria, sin duda la cardiología también. Es maravilloso lo que pueden hacer y cómo logran que situaciones que antes te obligaban a una vida terriblemente mala o te abocaban a la muerte, hoy en día puedan curarse y permitirte llevar una vida mejor. Y como digo, hay también una profunda documentación de toda la parte política, social, que es complemente real: cómo se vivía la guerra de las banderas, aquellos primeros años de la Ertzaintza... Ha sido maravilloso poder contarlo, porque he recibido información de primera mano de cómo fue la fundación clandestina de lo que terminaría siendo el departamento de Interior del Gobierno vasco, de cómo esos primeros ertzainas, cargados de amor por su tierra y de bondad y de idealismo, daban los primeros pasos contra viento y marea en una situación política y social muy difícil, y lo hacían cargados de una esperanza y un cariño que no han perdido. Ha sido una maravilla poder documentarme escuchándoles. Y luego está la parte más emotiva y más fácil, que también ha sido entrevistarme con muchísimos bilbaínos y bilbaínas que han querido contarme dónde estaban ese día, cómo fue para ellos un día que recuerdan con pelos y señales, porque perdura como huella imborrable en su vida.

Usted se suele definir como escritora de tormentas, ¿por qué? En esta novela concretamente, ¿cuál es la tormenta más terrible: la que origina las inundaciones o la de la crueldad?

Me encanta someter a mis personajes a una gran tormenta, de modo que, además, la parte criminal pase a un segundo plano. Tanto mi protagonista, el policía Noah, como el hombre al que persigue, John Biblia, están sometidos a una inmensa tormenta interior que les obliga en todo momento a replantearse de nuevo si van en la dirección adecuada, porque incluso el asesino lo hace. Él no es el típico asesino con una fijación terrible, el psicópata que nos imaginamos siempre con una obsesión por matar y ya está; es un hombre inteligente y se pregunta qué pasa en su interior; intenta ver señales en lo que ocurre y no ocurre, en cómo se están desarrollando los hechos, y se observa y observa el mundo a su alrededor e intenta entender. Es algo que hacen los dos, y esa tormenta que los sacude por dentro y por fuera creo que es lo que aporta crecimiento a la novela y lo que va a aportar un disfrute al lector. Para mí ha sido el viaje verdadero.

¿Qué tienen este tipo de terribles y con frecuencia truculentos relatos para atraer tanto y a tantas personas?

No puedo decir por qué atrae la novela negra porque no lo sé. Sé cómo funciona para mí, cómo la hago yo, y qué elementos tiene que tener para que a mí me interese. Porque a mí no me gusta toda la novela negra. Precisamente esa parte truculenta que tiene que ver con la descripción pura y dura de un crimen es la que menos me gusta; es la que más difícil me resulta, sobre todo cuando hablo de crímenes reales. Ya ocurrió en la Trilogía del Baztán, que estaba inspirada en el asesinato de una pequeña por parte de una secta en Baztán en los años 80. Por eso, cuando repaso todas las partes reales que tienen que ver con John Biblia me he ceñido al relato policial que existe para no poner ni una coma de más y no inventar nada. No he querido describir esos crímenes. He inventado uno, he creado uno para detallar la crueldad que supone, y en este caso ni siquiera le he dado muerte, pero no deja de ser cruel, una salvajada. He tenido que inventarme una víctima precisamente por respeto a las víctimas reales de John Biblia, pero no quiero narrar ese crimen.

"En mis novelas siempre hay amistad, y también perros y lluvia”

¿Ha pensado en instalar al policía investigador escocés Noah Scott Sherrington como realquilado en la Villa de don Diego para que siga resolviendo casos criminales? ¿Lo conseguiría retener en el Bocho el amor de Maite?

Espero que sí. El amor lo puede todo y es la luz de esta novela, que reside precisamente en la búsqueda que ambos hacen y en cómo lo hacen en uno de los momentos más difíciles de su propio fin del mundo, porque Noah no deja de ser una metáfora de ese Noé que llega en barco a Bilbao, que sigue esa voz que él escucha en su cabeza teniendo que dar sentido a lo que ha hecho toda su vida ahora que tiene sus días contados. Lo único que puede salvarnos es el amor, el amor de los amigos, que son tan importantes para mí. En cada una de mis novelas la presencia de la amistad tiene un valor puntual importantísimo; el amor que nos sorprende y que llega cuando menos lo esperas para renovarnos, para resucitarnos. La otra presencia son los perros, porque hay perros en todas mis novelas, al igual que hay lluvia en todas mis novelas. Porque cuando tenía cinco años mi mejor amigo era un perro, sigo teniendo amigos perros y me sigue pareciendo que quien no ha experimentado nunca la amistad de un animal se pierde una gran cosa en la vida.

¿No ha pensado dejar que el corazón de Noah ligado a Maite se quede a disfrutar de Bilbao y de paso convertir a la ciudad en un redivivo Cabot Cove, en una nueva capital de los homicidios novelados?

Desde luego ya se percibe, el lector va a percibir la esperanza y la lucha que supone, porque teniendo una sentencia de muerte pendiendo sobre tu cabeza es difícil aceptar que se pueda seguir viviendo. Y desgraciadamente es algo que a menudo hacemos creyendo que estamos condenados por otras cosas: por el fracaso, porque hemos fracasado en el amor en una ocasión, porque hemos perdido, porque hemos salido perdiendo en un negocio, porque nos hemos quedado solos, porque alguien que creíamos amigo nos ha traicionado y somos nosotros los que cerramos las puertas a una nueva oportunidad. Y Noah lo hace porque cree que ya no hay nada para él, que no hay espacio para él en el mundo. Sin embargo, alguien le dice: Mientras estás vivo hay tiempo y hay espacio. Esperemos que los encuentre, que tenga su momento, por lo menos de redimirse.

¿Seguiría siendo el Bilbao limpio y turistizado de hoy una buena localización para otra de sus novelas negras? ¿O para una serie como la de Baztán? ¿O quizá al Bilbao actual le falte una ría sucia, la decadencia y el desmantelamiento industrial, la neblina, el cielo gris plomizo, el sirimiri y suficiente suciedad en las calles para dar ambiente al crimen?

No, no lo creo, Bilbao es un escenario extraordinario y soy partidaria, además, de hablar de escenarios hermosos. Bilbao ahora es bellísimo, pero en mis otras novelas el valle de Baztán, Elizondo o la Ribeira Sacra, son una preciosidad, y la ciudad de Nueva Orleans es una de las más bonitas del mundo, así que para nada. Por desgracia, Bilbao hace muy poco ha sido en la realidad escenario de un asesino en serie, y lo hemos tenido actuando muy cerca de aquí, así que realmente la oscuridad no está tanto en las fachadas. Es cierto que originalmente las novelas negras siempre tenían esos escenarios sórdidos de la ciudad, de las zonas oscuras que siempre nos parecían relacionados con la prostitución, la drogadicción, la corrupción política, pero no necesariamente tienen que ir por ahí. Imaginarse el horror en Baztán, en Ribeira Sacra o en este Bilbao de nuestros días nos cuesta más, porque quizás sea más siniestro todavía, si cabe, cuando el horror invade la belleza. Por eso, si un escritor es capaz de plasmar que también hay una parte oscura entre la belleza eso supone todavía una profanación mayor. Nos produce esa sensación de que has profanado algo que ahora teníamos tan limpito y tan cuidado y que queremos todos tanto, lo que es todavía más terrible.