Puedes pasear por Madrid con una bandera de la España franquista y, sin embargo, te prohiben exhibir una del viejo reino de Navarra en un campo de fútbol. No pasa nada por exaltar a los represores y asesinos, pero tienen problemas quienes se aferran a los emblemas de su nación conquistada hace quinientos años.

La enseña rojigualda con el ave de mal agüero se pavonea en una manifestación de defensores de la Constitución que parecen admitir de buena gana –Feijóo, por ejemplo, no lo ha afeado– a quienes añoran el Fuero de los Españoles o la Ley de Principios del Movimiento Nacional; porque esos nostálgicos parece que molestan pero no, los reciben con los brazos abiertos ya que también suman para intentar el golpe de gracia que acabe con el Gobierno de Pedro Sánchez. Pero no puedes exhibir, ya digo, la bandera roja con las cadenas en tu localidad de un estadio porque alguien –supongo que también defensor de los derechos constitucionales versión de la derecha y de su postilla ultra– interpreta que incita a la violencia o hace apología del secesionismo o tiene un efecto dopante, vaya usted a saber, en el ánimo de unos deportistas. Un domingo de estos al Betis o a Osasuna los sacan del campo porque los colores de su indumentaria están inspirados en los de sendas banderas. Eso o estampan el aguilucho en el lugar del escudo.