Como escribo ayer por la mañana, mientras la ciudad continúa sumida en el frío y la grisura –la temperatura media de la última semana es de 1,5 grados, cuando lo habitual es estar entre 5 o 6–, no sé qué ha hecho Osasuna por la noche ante el Sevilla, en la primera vez que llegábamos a los cuartos de Copa del Rey en 15 años. Sí sé que el estadio se llenó o casi y eso a pesar de que la Federación de Fútbol dispuso un horario asesino como es el de las 22.00 horas para ver un partido en Pamplona en plena ola de frío. No es que si lo hubiese puesto a las 7 la temperatura iba a mejorar mucho, pero esas buenas gentes –mayores, medianos y pequeños– no habrían llegado a su casa a las 12.30 de la noche –o más tarde si hubo prórroga y penaltis–.

De igual modo, ese horario televisivo de las 10 es toda una patada en la boca para mucho currela que se levanta antes de las 5 o 6 y para mucho txiki, que tiene que mover antes de las 8. Ya, sí, por un día no pasa nada, pero la cuenta es que aquí en el último en el que se piensa es en el que va al campo y tampoco mucho en el que se queda en casa. Si las estadísticas te dicen que las 22.00 horas es hora punta, para ahí que va el partido, así ardan de frío protagonistas, espectadores y quien sea. Esto también –como lo de Qatar– es estar supeditado sí y solo sí al dinero que llega de las televisiones, un dinero que sirve para que las estrellas tengan sueldos grotescos pero que en ningún caso sirve para que el Andoni de turno vea mejorada su experiencia como hincha. De hecho, a Andoni, socio del club desde Barandica, le han hecho pagar 10 euros porque el partido no entraba en la tarjeta. No es dinero, pero el detalle es poco fino. Andoni, eres el último mono. Andoni lo sabe, claro. Y a pesar de todo ello ayer animó como un fiera. Porque el amor al club más puro es el de los aficionados. Muy por encima del de todos los demás protagonistas.