Segundosa la después de que el árbitro pitara el agónico final que nos llevaba a semifinales de Copa del Rey por vez primera en 18 años y por tercera en 35, las cámaras enfocaban al Jefe de Comunicación de Osasuna, Santi Zuza, abrazado al entrenador, Jagoba Arrasate, mientras se le caían unas lágrimas fruto de la alegría y la tensión y tantas sensaciones, tensiones y recuerdos. Hay pocos días para la felicidad total en los clubes como el nuestro y las personas que lo viven desde dentro, que se comen también muchos sinsabores, viven de manera sí cabe más intensa situaciones así. No están más alegres que un aficionado delante de su tele o en el campo, ni sienten más la camiseta que ellos, pero sí tienen detrás un bagaje de implicación personal intensa en todo ese camino. Es posible que muchos jugadores hayan venido de otros equipos y se vayan a otros y que miren muchas más cosas amén de la camiseta. Un empleado de un club, en cambio, salvo contadas excepciones, está en el club de su vida y para siempre, si le dejan. Mi enhorabuena a todos ellos y ellas y, por supuesto, al, bueno de Zuza, que como el resto del equipo que conforman con directiva y cuerpo técnico ya tienen su hito particular. Aguirre y aquel equipo en el campo y en las oficinas y aquella directiva que luego se supo torcida tuvieron su gesta y su lugar en el olimpo y ahora, casi 20 años después, en un mundo de likes y visualizaciones y aparentemente más de cartón piedra y figureo que hace dos décadas, esta directiva y quienes están alrededor, con todos sus defectos y errores y aciertos, ya cuentan con una noche de esas que recordar, con una sensación de plenitud total. No es lo mismo subir o salvarse, siendo más importante quizá, que el hecho de meterte entre los 4 mejores de una competición puntera. Y qué 4: Madrid, Barca, Athletic y Osasuna. 73 copas del Rey ganadas entre los 4. ¡A soñar, que es gratis!