Soy fundadora de Haziak. Hace exactamente 14 años que salí de un piso de acogida, así que hace 16 años era una menor con problemas de conducta (no todas tenemos conductas disruptivas) en lo que señala el artículo de prensa que leí el martes.

Sí, respondía a mis educadoras, a mis tíos (con quienes pasaba los fines de semana), a mis profesores de colegio, me escapé, me expulsaban de clase y del colegio y recibí varios castigos que para mí eran injustos respecto a todo lo que me habían hecho y debía de aguantar.

Por varios motivos –mis padres fueron responsables de alguno–, viví situaciones que me hacían sentir que algo me presionaba el pecho y no me dejaba tranquila. Hoy identifico que era el miedo y el enfado a la vez. No sabía en qué adulto confiar, pero sí sabía que siempre había estado ella, mi madre.

A los 9 entré en el piso de acogida, primero éramos 5 y las 3 educadoras, al mes pasamos a ser 7. Todas las personas eran desconocidas para mí, y lo que peor llevaba era que dejé de verla a ella, a la que siempre había estado ahí, mi madre.

Tuve que adaptarme a varias normas, simples para ellas, pero raras y poco apetecibles para mí. No podía coger comida fuera de los horarios, ni fruta; la puerta del baño no podía estar el pestillo echado para que pudieran entrar si lo veían necesario y entraban; si estábamos en la habitación la puerta debía estar abierta del todo, no podíamos llevar comida del exterior, y si la llevábamos, muchas veces la repartían aunque no quisiéramos. Qué decir de cada una de nosotras... Todas teníamos nuestra historia, debíamos convivir 24 horas los 7 días y empezar a conocer incluso con quién duermes... Nuevo colegio y nuevos compañeros con preguntas de quiénes son... Qué raro que cada día vienes con una diferente y por qué no estás con tus padres (algo que a veces ni nosotras sabemos). Todo esto junto con mi propia cabeza: ¿Por qué yo? ¿Y mi madre? Si no puedo estar con mi madre, ¿mi padre? ¿Mis tíos? ¿Hasta cuándo? ¿Y mi hermano? Porque yo tengo más hermanos que no han estado conmigo en mi piso... Este es un ejemplo de mochila, en este caso la mía, y que al parecer debía olvidar todo esto e intentar ser una niña normal. ¿Y cómo se quita esa mochila? Ahora sé que es sintiéndote querida, comprendida, válida e importante. No nos vale un techo, una comida, unos estudios, si no vinculamos, nos valoramos y nos sentimos valoradas.

A mis 10 años (la calle, las drogas, los abusos) lo conocido en casa de mi madre era lo normal, lo raro era la nueva vida y las extrañas que me ponían normas.

¿Por qué cuento esto? Por la noticia con ese título para muchas de nosotras desafortunado: Navarra pagará a familias que acojan a menores con problemas de conducta o salud mental (por cierto, salud mental social, ya que el trastorno límite es una de nuestras etiquetas y nuestro cajón desastre para esos comportamientos que no entienden). Un título que da valor al dinero que ofrece el gobierno y que nos señala con etiquetas que muchas de nosotras hemos luchado por quitarnos. Somos niñas y niños con diferentes dificultades que no hemos tenido la suerte de tener unos padres capacitados para poder luchar por nosotras, ya haya sido por el entorno o por ellos.

Queremos salir de los centros y volver con nuestra familia, y si no se puede y aunque no tengan dinero o una buena titulación académica, con una que le haga ilusión despertarse y tener una más porque sabe que nos está ayudando a crecer como personas. Que tenga la paciencia de enseñarnos a tenerla con nosotras mismas, que nos muestre que la dificultad se quedó atrás y vamos a ser capaces de superarla, y que desde que han aparecido, a pesar de las dificultades, siempre van a estar validándonos, que nos den un abrazo y nos miren individualmente y, por qué no....que nos enseñen a escuchar un te quiero. Ya que, como bien ha dicho una de mis compañeras, necesitamos una sociedad inclusiva en muchos aspectos, muchas sin entrar en centros compartir vivencias, que se respete y que se acepte que el dolor existe y que personas con dolor formamos parte también de esta sociedad, y que nosotras estamos en esas edades y con algunos años más aprendiendo a superar ese dolor.