Si la autoridad o el tiempo no lo impiden, el Ayuntamiento de Pamplona con Ibarrola como alcaldesa está a punto de perpetrar una nueva tropelía urbanística con la construcción de un aparcamiento privado en suelo público en la Plaza de la Cruz. No es nueva esta forma de entender la gestión política de UPN en todos los ámbitos, pero especialmente en Pamplona. Desde Jaime I el Excavador a Barcina y su destrozo estrella de la Plaza del Castillo con otro aparcamiento. Maya en su inacción e incapacidad de llevar adelante nuevos proyectos de interés general para la ciudad se tuvo que conformar con culminar los que había puesto en marcha el anterior equipo municipal con Asirón como alcalde, seguir despilfarrando dinero público en la Pasarela de Labrit y pasar a la historia como el alcalde que menos Presupuestos ha logrado aprobar en los ocho años de sus dos mandatos. Eso sí, en el último minuto y con toda la alevosía necesaria dio luz verde al contrato para el aparcamiento de la Plaza de la Cruz pese a la oposición vecinal, de comerciantes y de alumnos y profesores del Instituto y de la mayoría municipal. Cumplido el compromiso con los intereses privados –otra constante en la política del cemento de UPN–, le pasó el marrón a Ibarrola, que en lugar de repensar el proyecto y dialogar con los colectivos y ciudadanos afectados pardece empeñada en ejercer la alcaldía con la misma soberbia y prepotencia que sus antecesores para imponer esa obra que destruye buena parte de uno de los pocos espacio verdes de ocio en esazona deI Ensanche. Otro ejemplo de ese modelo de gestión política que trasvasa el bien común y el espacio público a los intereses privados –en este caso inmobiliarios–, un modelo en el que se mezclan amiguismo, nepotismo y enchufismo y que siempre supone el despilfarro de los recursos colectivos de una ciudad como Iruña. Tildar de boicoteadores a quienes se manifiestan en contra de este aparcamiento es extender un infundio y una falsedad y solo basta visualizar las imágenes de quienes acuden a las concentraciones en la Plaza de la Cruz para comprobarlo. Son vecinos, muchos de ellos personas de edad avanzada, que van a ver gravemente afectada su convivencia y movilidad durante casi dos años, comerciantes que van a acumular meses de pérdidas por unas obras de un proyecto sin demanda ciudadana y alumnos y profesores que van a tener que ser reubicados en otros espacios académicos alejados de su Instituto. Si alguien puede ser tildado de boicoteador es quien se salta la mayoría democrática del Ayuntamiento de Pamplona para imponer por las bravas las excavadoras y la Policía Municipal e impulsar un proyecto que supone una importante pérdida de calidad de vida medioambiental y vecinal. Un desastre. Quizá Ibarrola no se ha dado cuenta aún que UPN solo cuenta con 9 de los 27 concejales de Iruña y que la mayoría absoluta –16 de ellos–, han presentado recurso para que se anule el contrato y se suspenda el proyecto. Pero Ibarrola, sus pendientes, bolso y collar y su fotopolítica, ha llegado a la alcaldía como elefante en cacharrería. Con esa actitud, si su Legislatura ya tenía la sombra de la duda sobre su duración, el tiempo de Ibarrola como alcaldesa de Iruña apunta cada vez más a entre breve y muy breve. Lo extraño es que, como el rey desnudo, Ibarrola no lo vea.