En plena inserción progresiva en el engranaje de la rutina, cuando ver las vacaciones ajenas puede provocar efectos secundarios, Amigo 1 nos envió unas fotos con su motaza en diversas paradas de su ruta. La máquina hace el papel del gnomo de jardín en Amelié, pero sustituyendo encanto por cilindrada. Al verlas, Amigo 2 le respondió que le recordaba a un insigne político de la derecha a quien no le llegaban los pies al suelo cuando se sentaba en el sillón Luis XVI de los posados oficiales. Amigo 1 contraatacó a Amigo 2 con una imagen de Dani Pedrosa, que con su 1,59 de altura alcanzó el olimpo de la Moto GP. También le lanzó que quizá padecía el síndrome Dunning-Krueger. He tenido que buscarlo. Creerte más listo de lo que eres. La mayoría lo hemos padecido o lo padeceremos en algún momento. El nombre del síndrome une a dos profesores universitarios de Psicología Social que iniciaron un estudio a partir de un suceso ocurrido en 1995 en Pittsburg, Pensilvania.

Un atracador con experiencia en lo suyo se llevó el dinero de dos bancos sin ocultar su rostro ante las cámaras de videovigilancia. En su detención argumentó que no había necesitado hacerlo porque se había rociado la cara con zumo de limón, método infalible para invisibilizarlo ante las cámaras. Lo había comprobado tomándose una foto en la que, efectivamente, no aparecía su cara. Quizá porque el limón en los ojos además de escozor le había provocado una ceguera temporal y no le había permitido enfocar. Quién sabe. Esa convicción dejó disecados a los agentes de policía y fascinó a los psicólogos. Tras un estudio con varios grupos de personas concluyeron que cuanto más incompetentes somos menos cuenta nos damos de que es así. El tonto no se entera de que es tonto, así que tiende a considerarse más listo de lo que es. Interesante.