Cuando empecé en esto del periodismo una de las primeras cosas que me tocó seguir fue el baloncesto. Entonces, no había un equipo masculino en primera fila. Había uno femenino: el CBN, el Club Baloncesto Navarra, en el que la cara para todo era su presidente y entrenador, Juan Ustárroz. Aquel CBN de Savitskaia, Tuomaite, Manoli Sánchez, Reyes Castiella, María Remiro, Sonia Calzada, Natalia Urdiain, África San Martín, Leticia Ochoa, las hermanas Zazón o Sonia Aróstegui entre otras jugaba en la máxima categoría de la liga nacional y llegó a jugar competiciones europeas, algo que no se ha vuelto a producir. Sin embargo, el público que atraía era escaso, en un tiempo -hablo de los primeros 90- en que el deporte femenino era aún más minoritario de lo que es ahora. El CBN hacía campañas con sus clubes afiliados y entre los colegios para que las niñas se enganchasen al equipo, pero no tenían mucho éxito y no había una cultura general de que el deporte fuese una ocupación para las chicas más allá de los 14 años. Sigue sin haberla, sigue existiendo una barrera ahí en los 12, 13, 14 años en los que muchas más chicas que chicos dejan el deporte que han estado practicando desde niñas y abandonan entrenamientos y competición. De ahí que la campaña que ha iniciado el Gobierno de Navarra, también enfocada a que no se abandonen tareas de entrenadoras y jueces, es muy positiva, en la medida en la que solo fortaleciendo la bolsa de practicantes se va a poder tener un deporte femenino amplio y potente, con la posibilidad de que surjan equipos o deportistas individuales que tiren de la base y que mantengan la ilusión de las adolescentes más allá de los 14 años. Pocas o casi ninguna van a poder ser profesionales, pero también pasa esto en los chicos y sin embargo continúan muchos más. Base, ayudas, patrocinios, espejos en los que mirarse, seguimiento de los medios. Todo hace falta.