A principios de los 80, cuando aún vivía el abuelo Guillermo, cada dos lunes de verano mi madre cogía el Panda y nos montábamos en la Aezkoa y nos bajábamos en San Juan de Pie de Port, con el maletero lleno de cestas de comida para vaciarlas en una sombra a la orilla del Nive. Siempre que bajábamos la cuesta final que viene de Valcarlos y veía la ciudadela de San Juan, la abuela Joaquina decía: y pensar que todo esto fue nuestro. Lo decía con auténtico sentimiento de pérdida. Lo es, claro. Francia en los 80 era la modernidad, las ropas de colores, los helados apetitosos, los electrodomésticos novedosos.

Ahora todo se ha igualado, pero seguimos yendo a Francia a ver cosas que no vemos aquí y a comer cosas que no comemos aquí y porque a fin de cuentas estamos al lado. De Pamplona a Bayona, por ejemplo, estás en hora y media, así que desde hace unas navidades no es extraño encontrarte en las redes sociales fotos de navarros los días en que en Bayona se lanzan al cielo de noche miles de farolitos encendidos. Bien, es chulo.

De ahí que los de Pamplona lo vamos a copiar. El 29 de noviembre, coincidiendo con el día de la ciudad, con el día de San Saturnino, también conocido como Cernin y francés, el Ayuntamiento de Pamplona va a repartir 4.000 farolillos biodegradables y un porrón de pulseras fluorescentes para allá en la esplanada de autobuses o Huerto de Getsemaní soltar los farolillos al firmamento como hacen los de Bayona y que les queda tan fardón. Nada en contra, no es mucho gasto para una ciudad, creo que no llega a 6.000 euros lo de los farolillos. Un poco menos de 6.000 euros, 5.000, pide la Asociación del Olentzero para poder cubrir sus gastos de 2023, ya que los 15.000 que desde 2014 le da el Ayuntamiento no llegan para todo. 70.000 personas siguen la cabalgata de Olentzero. UPN les dice que no hay. ¿Si fuese francés igual la cosa cambiaría?