Estas son las últimas letras de este 2023 que ha llegado a su punto final de no retorno. Y ni siquiera sé que deparará la primera hoja del nuevo calendario mañana en el primer día de 2024. Tampoco soy de balances, la vida, el paso del tiempo que le acompaña, siempre deja momentos mejores y peores, algunos muy buenos y otros realmente horribles, es una constante obra de teatro en la que todas y todos tenemos nuestro papel en el escenario. Hace mucho ya que asimilé que el nuevo año solo es un hoja más del calendario. Entonces también decidí dejar para cualquier otro momento del tiempo esas costumbres de hacer listas con los libros que más me gustaron el año anterior o las películas que más me interesaron. De series nunca he hecho porque no uso. Lo pensé y es una patochada de ejercicio. Las hojas del calendario solo indican normalidad. Hay días y fechas señalados claro, pero reflejan nuestra propia humanidad. Un intento inútil de mantener bajo cierto control el paso del tiempo. Algo que, en realidad es imposible. A la normalidad también le acecha el peso de la continuidad, de seguir donde lo dejamos individual y colectivamente el día anterior. Listas tan absurdas como esos compromisos de futuro, promesas de intentar cambios imprescindibles y casi siempre imposibles, para que cada vida afronte con otro ánimo un nuevo calendario. La experiencia reiterada me confirma que no las cumplo. Tampoco me voy a hacer promesas a mí mismo para este 2024. O eso de los deseos para el nuevo año y otros tipos de ilusionantes pensamientos, que no hace falta que se cumplan después para enumerarlos con optimista voluntad ahora. Se puede pedir mucho, poco o nada, que es lo que hace resignadamente la mayoría, consciente de que la realidad, desgraciadamente, supera casi siempre a las ficciones más atrevidas. De hecho, tendemos a recordar la parte más oscura y desastrosa del tiempo vivido y a olvidar o dejar en un segundo plano la parte divertida de la vida de las escenas que protagonizamos. Parece que es obligatorio tener claro que con cada llegada de un nuevo año te tienes que levantar con un nuevo mundo a tu alrededor, aunque en realidad no sea así. La vida no cambia porque le arranquemos la última hoja al calendario. Ni tan siquiera hay un solo calendario. Hay muchos con fechas muy diferentes que señalan otros años en el tiempo. El tiempo tiene su propio tiempo y los hechos sus propios planes. Quedan sólo lo bueno, lo menos bueno y lo malo de los últimos 365 días. Pero incluso con todo ello, el tiempo nuevo nos abre caminos y puertas desconocidas hoy que mañana nos llevarán a situaciones, acontecimientos, hechos, noticias, encuentros y desencuentros, aciertos y errores, éxitos y fracasos y decisiones de las que hoy no sabemos nada. Hasta el tiempo de la normalidad es un tiempo por vivir, pese a que las preocupaciones serán ya otras y a que el tiempo se detiene menos de lo que se detenía y es cada vez un valor más escaso. La vida se ha acelerado. Casi siempre llegamos tarde al nuevo presente y cuando le miras de frente, el tiempo ya lo ha convertido en pasado. Aun así queda por descubrir el nuevo tiempo que inaugura el nuevo año. Incógnitas, anhelos, satisfacciones y desencantos. La salud es la suerte de poder cambiar esa hoja del calendario. Urte berri on!