El traspaso de las competencias de Tráfico para Navarra viene a ser uno de esos asuntos eternos que va pasando de generación en generación, que naces con él, creces con él y luego tienes hijos y les cuentas que están estudiándolo y que igual algún día, no se sabe, quizá, a lo mejor. Vamos, eterno como la llegada del TAV o la presidencia de Javier Taberna en la Cámara de Comercio. De hecho, los historiadores no se ponen de acuerdo si fue antes la llegada del primer ferrocarril a Navarra o la llegada de Taberna a la presidencia.

Hay mucho escrito sobre el tema, pero ya saben cómo son los historiadores, que según de qué pie cojeen o quién les encargue el asunto pues te dicen una cosa o la otra. Así de eternas son estas cuestiones. Lo de Tráfico es lo mismo, ahora que el Supremo ha paralizado el acuerdo y va a haber que modificar la Lorafna para que efectivamente la sección de Tráfico de la Policía Foral, creada en 1928 –posterior al ferrocarril y a Taberna, sin duda– asuma el trabajo que venía haciendo la Guardia Civil, que ya contaba con las condiciones necesarias para disponer de una pasarela de un lado a otro para que ningún trabajador se quedase sin su empleo.

En todo caso, trabas que siempre vienen de Madrid y sus instituciones, empeñadas como siempre en poner zancadillas a cualquier proceso, por mínimo y legítimo que sea, de transferencia de competencias a las comunidades. Una decisión que, aunque no lo reconozcan, no tengo la más mínima duda de que cayó bien tanto en Vox, como en PPN y en UPN, por mucho que a estos últimos se les llene la boca con el navarrismo. De hecho, aún recuerdo cómo bramaban cuando en 2020 Geroa Bai a través del PNV logró un acuerdo para esta transferencia, crítica que está en las hemerotecas, cuando UPN iba de la mano de Ciudadanos. Pero al final acabará llegando, como el TAV. Antes de que lo deje Taberna, claro.