Cautiva, desarmada y matemáticamente convencida de que no le queda más allá de una millonésima opción, Nikki Haley anunció ayer que se retiraba de la carrera para ser designada candidata del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos. La exgobernadora de Carolina del Sur, supuesta representante de una derecha razonable y, como tal, esperanza blanca de un buen puñado de ilusos que miran la contienda a miles de kilómetros, se hace a un lado y deja el camino expedito a su rival invencible.

Vuelve a ser el momento de recordar que, apenas hace mes y medio, en las vísperas de los famosos caucuses de Iowa que abren la brega, muchos de los más enterados analistas vaticinaban que en esta ocasión Donald Trump no tenía demasiadas opciones. Se vuelve a repetir la historia de 2016, cuando el carcamal del pelo naranja fue superando pantallas hasta ser encumbrado aspirante y en el siguiente salto conseguir la presidencia de la primera potencia del globo.

Reflexionemos

Sorprende la insistencia en el error de unos diagnósticos, insisto, que atienden más a los deseos que a los datos contantes y sonantes. La realidad de hace ocho años y, todavía más, la de hoy nos demuestra que el tipo atrabiliario con discursos y actitudes cavernícolas retiene un enorme tirón entre sus compatriotas.

Desde luego que es para echarse las manos a la cabeza, gesto que resulta completamente inútil si no se intenta hacer una reflexión seria y sincera sobre por qué volvemos a estar a las puertas de que llegue a la Casa Blanca un ser humano deleznable como el que nos ocupa y preocupa (sobre todo, esto último).

Si reducimos la interpretación a que los votantes de Estados Unidos son una caterva de fachas incurables, el ejercicio será baldío, amén de incurrir en la tristemente célebre memez de Mario Vargas Llosa sobre quienes votan bien y quienes votan mal.

Y no, sin negar su incidencia, tampoco está todo el problema en las fake news ni en las intoxicaciones informativas en general que acaban colando. Sin ser sabio ni competente, solo por lo que veo a mi alrededor, que es trasladable al otro lado del Atlántico o al punto del globo que quieran, creo que hay otras razones.