Cada vez que Navarra lleva a Madrid, en este caso al Senado, la situación de las infraestructuras que dependen de la financiación del Estado es más de lo mismo. Una repetición de los compromisos mil veces adquiridos y en su mayor parte mil veces incumplidos. La realidad es tan transparente como tozuda. Proyectos como el Canal de Navarra en toda su longitud con la Segunda Fase, la red ferroviaria de altas prestaciones o la autovía de Pamplona a Madrid acumulan más de tres décadas de retrasos, financiaciones fallidas, sobrecostes paras las arcas forales y fechas de finalización que han sido sobrepasadas por los cambios de calendario anual.

La Segunda Fase del Canal de Navarra está todavía sin adjudicar ni el Gobierno central ha presentado aún el plan económico y financiero que anunció. En el caso de la línea de ferrocarril de altas prestaciones no hay que engañarse. La historia de la alta velocidad en Navarra es la historia de una falsedad permanente que dura ya 30 años. Que el Senado haya aprobado ahora una moción de UPN con los votos del PP y los de Vox exigiendo al Gobierno de Sánchez un compromiso con las infraestructuras pendientes en Navarra es solo otro brindis político al sol que pasará a la historia como otro papel mojado. No hay un solo kilómetro de la nueva red ferroviaria disponible y se avanza a la misma velocidad que el caracol en la construcción de la plataforma por la que en un futuro que parece seguir siendo muy lejano transcurriría el nuevo tren entre Castejón y Pamplona.

Queda poner en marcha todo el tramo entre Zaragoza y Castejón y ni siquiera está decidido el trazado entre Iruña y la y vasca. Es decir, Navarra está a años luz de conseguir su conexión con la red europea, el tramo más necesario y el último en el escalafón de los intereses políticos. Sin olvidar que la Estación de Pamplona se quedará en Etxabakoitz. De la autovía a Madrid que Sanz anunciara en su primera investidura allá por 1996 no se ha ejecutado prácticamente nada en años entre Soria y Tudela. Sigue igualmente muy lejos de ser una realidad viaria. Ni los gobiernos del PSOE ni los del PP de estos 30 años han tenido interés alguno en asumir su responsabilidad en la construcción de estas infraestructuras en Navarra e invertir para ello miles de millones de euros.

Navarra es una comunidad pequeña, con 660.000 habitantes, donde la ganancia electoral es escasa. Ése es el verdadero fondo del desentendimiento histórico del Estado y del incumplimiento de sus compromisos de financiación de estos grandes proyectos. Tampoco Navarra acaba de sumar un consenso amplio que mejore su capacidad de presión sobre los gobiernos centrales de Madrid. Un mínimo más allá de las diferencias políticas sobre los proyectos, sobre el modelo de financiación, sobre la prioridad de unos o de otros o sobre la necesidad de llevarlos a cabo tal y como estaban inicialmente diseñados que hay entre los partidos como las hay en la sociedad navarra. En el debate del miércoles en el Senado intervinieron cuatro representantes de Navarra –Caballero de UPN, Remírez del PSN, Barkos de Geroa Bai y Beltrán del PP– y protagonizaron un episodio más del habitual lanzamiento de trastos unos a otros. El mismo más de lo mismo que la informalidad permanente de las obligaciones y compromisos del Estado con Navarra.