Hace poco quitaron el cartel de la tienda Jitu, donde hemos comprado decenas de regalos originales, en breve se van Marcela y Rafa de Abárzuza, han anunciado el cierre de Irabia Intersport, donde junto a Zariquiegui llegaban las zapatillas buenas para correr en los 80… El goteo semanal de cierres de comercios es una constante en los últimos años, algunos con razones más que de peso y otros por jubilaciones, etc, pero, al fin y al cabo, dejando en la mayoría de los casos bajeras vacías que en nada se convierten en pasto de las pintadas y la suciedad. Esta columna es recurrente, porque es un tema que reconozco que como antiguo comerciante e hijo de comerciantes me duele especialmente, pero es que pasear por Pamplona –o la parte más antigua de Burlada, por ejemplo– y contemplar tantísimos locales vacíos y calles y calles donde antes bullía la actividad abocadas al silencio y a la soledad es verdaderamente doloroso. Sé que las maneras de comprar han cambiado y que se compra fuera de nuestras calles más ya que dentro, me basta con ver enfrente de mi casa cada día las numerosas empresas de reparto de paquetes que trajinan envíos a muy alto ritmo. También que el consumidor es libre de comprar dónde y cómo le plazca, faltaría, pero hay que tener una cosa muy clara: chupar y sorber a la vez no se puede, no podemos dejar de entrar y comprar en los comercios de nuestra ciudad pero luego quejarnos de lo vacío que está tal barrio o esta calle ya no es lo que era. A nivel institucional, hay que hacer un gran esfuerzo porque nuestras calles no se conviertan en cementerios de bajeras y acabemos siendo una ciudad estadounidense más con todo el mundo en el coche yendo a comprar al extrarradio o a cuatro lugares puntuales. Tanto a nivel de Gobierno de Navarra como de ayuntamientos hay que darle al coco para buscar paliar este fenómeno. La vida se muere bastante si se muere el comercio.