"Fui ingenua, pero me hubiese gustado haber sido la persona que anunciara la muerte de mi marido, Paul Auster”. Así se expresaba la escritora Siri Hustved en Instagram en el mensaje que compartió pocas horas después de la muerte del autor de La trilogía de Nueva York, entre otros muchos grandes títulos. Una carta abierta a los lectores y lectoras de ambos, para mí la mejor y la más sincera de todas las que he leído últimamente en estos días de excesiva correspondencia política.

Unas palabras honestas con las que Hustvedt, gran escritora, se lamenta y critica la manera en que se difundió y publicó algo tan íntimo como la muerte de un ser querido. Una noticia que se encontró en internet, con todos los detalles de la vida de Auster publicados, antes de que el cuerpo de su marido hubiera salido de su casa de Brooklyn y sin que las personas que lo acompañaban tuvieran tiempo de asumir la pérdida, ni de llamar o mensajear a sus seres queridos.

“Nos robaron esa dignidad. Desconozco la historia completa sobre cómo pasó, pero sí sé una cosa: está mal”. Sentencia. Creo que sus palabra son una lección de vida y de dignidad, también por cómo relata el proceso vivido durante toda la enfermedad. Es un nuevo toque de atención en este rumbo que está tomando la difusión de las noticias, donde la velocidad manda, donde ser el primero parece ser el objetivo por encima de cierta ética que no debería faltar, pero falta. El tiempo devora la reflexión y nos hace precipitarnos a contar incluso, como esta vez, lo que otras personas tienen derecho a contar antes o a no contar.