En 1512 Fernando de Aragón, dicho El Católico, con la inestimable ayuda y colaboración de la facción beamontesa de Nabarra, invade militarmente el Viejo Reino (cuya corona siempre pretendió) con la complicidad de la famosa bula papal y la burda excusa de la presunta desviación religiosa de los entonces reyes legítimos de Nabarra, Juan y Cathalina, y afirmando que después de pacificar el reino devolvería la corona a los navarros.

Las preguntas del millón: ¿a quién iba a entregar la corona de Navarra?, ¿a quién querían coronar los Beamont?, ¿qué acuerdos secretos tenía Fernando con estos últimos?. Fernando no era precisamente muy de fiar. Para entender el comportamiento y el apoyo tan decidido que mantuvieron en la conquista, algo muy suculento les tuvo que ofrecer, y más viendo las sucesivas y numerosas quejas de los beamont pretendiendo durante muchos años por lo menos el virreinato en Nabarra, cosa que no consiguieron ya que tanto Fernando como su nieto Carlos y el hijo de este Felipe no se fiaban en absoluto de ellos, como demuestra el hecho de la construcción de la ciudadela de Pamplona, principalmente para defenderse de los navarros.

Cuando, sobre todo a partir de 1521, se vieron castellanos (no aragoneses), y españoles, y que por lo mismo podían ir a América y de paso emparentar con la nobleza española, ellos y los demás nobles navarros se olvidaron de la Nabarra de allende los Pirineos que "asombraría al mundo", de sus auténticos monarcas, de los virreinatos y demás sueños ilusorios y se dedicaron a otros asuntos más asequibles y jugosos.