Tras las elecciones de este verano, de nuevo ha vuelto a quedar patente el carácter plurinacional del Estado español. Dicha plurinacionalidad es un problema sin resolver que llevamos arrastrando varios siglos desde que los Borbones a lo largo del XVIII y XIX quisieran centralizar los diferentes reinos que forman la Península Ibérica siguiendo el modelo centralista de su pariente Luis XIV en Francia.

Creo firmemente en dicha plurinacionalidad y además creo que se debería ir tratando de abordarla en serio. ¿Por qué? Elección tras elección se observa en el mapa de colores, cómo hay tres “estados” que votan diferente. Un Estado español, unos Estados forales y un Estado catalán. ¿No sería posible abordar junto a Portugal (si así lo quisiera) una “Commonwealth” de Estados Ibéricos? ¿Quién diría que Canadá, Nueva Zelanda o Australia no son estados independientes pero a la vez con ciertos lazos comunes como el idioma o la Jefatura del Estado? Si a cambio de tener nuestro propio Estado, debemos recibir a Felipe VI y séquito cada varios años, al igual que los citados reciben a Carlos III y Camila, se les da la bienvenida, un paseo con la primera ministra foral por la Estafeta y luego cada uno a sus aposentos. ¿No sería bonito?