En nuestro primer día de vacaciones viajábamos por la autovía estatal Huesca-Lleida, de última generación, y de repente nos tropezamos en mitad de la vía con una manguera (reforzada) de descargar combustible o algo similar, de unos cuatro metros de largo. Resultado: dos ruedas completamente reventadas, las llantas partidas por medio y los airbags lateral y superior disparados. Con suerte pudimos dominar poco a poco el vehículo, librar la salida de vía y dejarlo aparcado de mala manera en el arcén. Lo primero ver si estábamos enteros y colocar los chalecos y las señales de emergencia.

A continuación, llamar al seguro como pudimos (con los nervios y el ruido de la circulación nos dijeron que mandaban una grúa y un taxi para trasladarnos a nuestro destino). Al rato apareció una camioneta de conservación del Centro de Conservación de Carreteras Huesca HU-03. Ya habían recogido la manguera, nos mandaron fotos de la misma, y nos dijeron, y así lo hicimos, que avisáramos al 112 y a la Guardia Civil de Tráfico de Huesca para que hicieran las diligencias pertinentes, y con la ayuda de las numerosas cámaras de la autovía trataran de localizar al chófer del camión que perdió la mencionada manguera, que por supuesto no se enteró (¿ni siquiera después?) de la que podía haber montado.

Nuestro seguro calculó, por bajo, el importe las reparaciones en 4.600 euros, comunicándonos, después de tres meses, que al no localizar al conductor o propietario del camión, ni el seguro, ni el Consorcio de Seguros, ni el Centro de Conservación, ni la Guardia Civil, ni el Estado, ni el Sumsum Corda, se hacen cargo de la reparación de los daños.

De paso nos indican que si hubiera ocurrido en una autopista de peaje, al ser de pago, entonces sí sé harían cargo de los mismos. Aviso a navegantes, con las autopistas y autovías gratis y repletas de camiones cargados hasta arriba y adelantándose unos a otros entorpeciendo y haciendo peligrar la circulación, el viaje nos puede salir a doblón.

Suelen decir que lo que es gratis es lo más caro del mundo. Los seguros encantados.