“Mamarrachada” - Qué gran escandalera. Con cuarenta y pico años de retraso, en el el Congreso se puede hablar en las lenguas cooficiales del Estado. La diestra política (Vox, PP) se retrató en la cámara con sus actitudes de chiquilines contrariados, y la mediática lo hizo con piezas a cada cual más exagerada, como esta de Luis del Val en ABC: “Si yo fuera diputado, abandonaría el escaño de la Cámara Baja cuando antirreglamentariamente el orador se expresara desde la tribuna en otro idioma que no fuera el español. Esa imagen de una masa de diputados abandonando el hemiciclo sería noticia en toda la Unión Europea, y vacuna para la propuesta. Porque esa mamarrachada no es amor a las lenguas autóctonas, sino miedo: la Babel del miedo”. Tal imagen se produjo, pero en Europa lo que produjo fue... vergüenza ajena.

“La Nación Mapuche” - Y hablando de vergüenza, es difícil no sentirla tras la lectura de esta filípca de Ángela Vallvey en La Razón: “Y vamos camino de reivindicar ridículamente la presencia en las instituciones españolas de la Nación Mapuche, la Gran Colombia y cualquier territorio imaginario que alguien hubiese siquiera soñado antes del Congreso (este sí) de Angostura, en 1819. Eso somos”.

“Aspiraciones rupturistas” - De entre el amplio ramillete de columnas hiperventiladas de El Debate, les aparto unas líneas firmadas por Antonio R. Naranjo, que entiende que el usoi de lenguas perfectamente constitucionales es el aperitivo de la ruptura de España. Casi tal cual, como van a leer: “Que el vasco y el catalán se hayan convertido en herramientas definitorias de sendas «naciones independientes» añade otra razón para evitar el despropósito de su implantación a la fuerza en las cámaras: la evidencia de que se usará para consolidar las aspiraciones rupturistas lo desecha del todo”.

“¿Qué ocurrirá en los colegios?” - Les termino con las amargas lágrimas (de cocodrilo) de Rubén Arranz en Vozpópuli: “El ejemplo del Parlamento resulta dramático en este sentido. Si ni siquiera el Estado está en condiciones de defender el empleo del español en la sede de la soberanía nacional, ¿qué ocurrirá en los colegios, los centros de salud o las ventanillas públicas en las provincias de Gerona o Guipúzcoa?”. Todo, por unos poinganillos.